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LECTURAS PARA LA VIDA: La otra conquista

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Gregorio Melgar Valdés

 

Ya preparados, bajamos a desayunar al amplio restaurante o “desayunador”, donde había cinco mesas, no más -mesas chicas, obvio-. El variado desayuno comprendía: leche, jugo, tés -por cierto, muy sabrosos-, variedad de quesos, carnes frías y huevos servidos en todas sus formas, menos a la “mexicana”.

Luego del frugal desayuno, ¡fuera, a caminar en pos de la Gran Vía! Por principio nos perdimos, para variar, y unos treinta minutos después, estábamos en la famosa “Gran Vía” de Madrid. ¡Otra decepción!: No había vía y menos tren. Es una amplia y cosmopolita avenida europea donde las compras y la distracción representan la atracción principal, además del deleite visual que suscitan las graciosas y esbeltas doncellas hispanas transeúntes. Mi guapa “Julieta” volvió a abrir grandes ojos y a sonreír, “malévolamente” frente a tan luminosos y “apetecibles” escaparates. Por tan razonable causa, ustedes podrán comprender que aquí pasamos buena parte del día, aunque sólo caminamos de “Tres Cruces a Callao”. Para entonces yo había adquirido como souvenir, una hermosa y pequeña “daga Toledana” con hoja damasquinada, mientras mi cónyuge ya se hacía acompañar por las primeras seis o siete bolsas de “ofertas” o “pequeños recuerditos familiares”.

Para concluir esta “crónica”, no puedo pasar por alto “los Museos”; cómo no hacerlo, un orgulloso universitario “puma” no podría dejar el punto de la cultura a un lado. Para no abundar, solo señalaré tres museos: Primero, el infaltable “Museo del Prado”, rico y maravilloso, con sus colecciones de Velázquez, Rembrandt y Goya -no es el de la UNAM, hay otro-, que son formidables. Segundo: el moderno y cómodo Museo de Arte Reina Sofía, en la zona de Atocha; –allí si encontré trenes- donde se exponen colecciones de pintura moderna como Picasso, Dalí, Barceló y muchos más; es un placer recorrerlo. Y el tercero, a mi parecer el más concurrido, “El Museo del Jamón” (es tan visitado que tiene al menos cinco sucursales en la ciudad) es una visita obligada; nosotros fuimos.

Unos días después, concluida nuestra pequeña “conquista”, regresamos a la realidad y a la “tenochca” capital. Retornamos cargados de cientos de fotos, decenas de anécdotas y una deuda tan grande como la de un padre de quinceañera conservadora después de la ostentosa “presentación”. Pero sanos y salvos, como dicen en mi pueblo, ¡a Dios gracias!

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