Juan Pablo Reyes Ortíz
Cuarta de seis partes
Es horrible que te despierten provocándote el vómito. Mueves la boca y te quieren arrancar el llanto, olvidan que el cuerpo está acostumbrado a dormir. Todo duele, los doctores dicen que es bueno que vayas sintiendo eso, es sinónimo que vas mejorando.
-¿De todo eso te acuerdas?
-Sí, má. Uno escucha todo y por momentos vemos muchas cosas, que no tienen mayor importancia cuando se tiene una razón para vivir.
-Corazón, hablas con tanta seguridad que hasta me logran tranquilizar tus palabras. Pero entonces, ¿por qué tanto dolor en la vida?
-No hay dolor má. Quizá es sólo la forma en que aprendimos a interpretar las experiencias. Yo sé que voy a morir, pero he vuelto porque tengo un pendiente. La enfermedad es un camino de muchos. No todos enfermamos, y no por eso la vida deja de ser un desafío.
-Eso sí, Noly. Todas las vidas son complejas, pero ¿cuál es el sentido de la enfermedad? Si todos vamos al cielo, ¿acaso no sería justo que todos tuviesen las mismas oportunidades?; llegar a ser ancianos y entonces partir. Yo no me siento pecadora para aceptar que mi hijo se tenía que morir. ¿Acaso los que matan, secuestran, hacen la guerra, abusan de los demás, viven lo mismo que yo? ¿Por qué ellos tienen otras oportunidades? No veo el amor divino en estas diferencias.
-Mami Biani, cualquiera que sea el sentido de tus palabras, no dejan de estar llenas de amor. Las mismas preguntas nos hacíamos Maiken y yo cuando jugábamos. Principalmente es doloroso cuando te etiquetan como terminal; así no es fácil vivir con optimismo y defender las respuestas que nunca nos convencieron. En el silencio de mi enfermedad he aprendido que nada en la vida se corta y acaba para siempre. Todo pertenece a un único movimiento. Un día sigue a otro, no son independientes, son continuos; está escrito que el grano muere y da un nuevo fruto; principio y final son puntos de referencia en que coincidimos para aprender dentro de un universo.
Continuará el próximo miércoles…
