Rafael Alfonso
En pasadas fechas fue noticia la publicación de una carta abierta suscrita por más de mil expertos tecnológicos (entre ellos el mismísimo Elon Musk) titulada "Una pausa a los experimentos gigantes de inteligencia artificial". En ella se propone a los programadores de IA detener por seis meses el desarrollo y entrenamiento de estas tecnologías.
El porqué
La carta citada cuestiona el potencial riesgo de perder el control sobre los sistemas de Inteligencia Artificial (IA), y la posibilidad de que los sistemas de inteligencia artificial adquieran tal capacidad que puedan reemplazar a los humanos en la toma de decisiones. Durante décadas, escritores y cineastas han fantaseado con estas posibilidades con resultados nada halagadores, como en el caso de "2001 Odisea del espacio", nacida de la imaginación de Arthur C. Clarke y Stanley Kubrick.
Sin embargo, estos argumentos tan filosóficos, no son los únicos peligros que la humanidad enfrenta con estos desarrollos; hay otros más concretos, como la posibilidad de que los sistemas de inteligencia artificial sean utilizados para fines malintencionados en todos los órdenes -desde la delincuencia común hasta asuntos de geopolítica-, así como la posibilidad de que los sistemas de inteligencia artificial reemplacen a los humanos en el trabajo, como de hecho ya está sucediendo, como acusan los despidos masivos en las empresas más importantes del ramo informático.
Jugando a ser Dios
A estas alturas del partido (con la inteligencia artificial causando furor), quizá sea necesario recordar que este no es el único rubro en el que el ser humano ha pretendido invadir los espacios en otro tiempo reservado para las deidades. El nuevo siglo se ha caracterizado por desarrollar la manipulación genética, la nanotecnología, la vida robótica orgánica, temas que han hecho que muchos sueñen con un futuro mejor. Pero, ¿no estaremos creando nuestra propia pesadilla futurista?
Imagínese un mundo en el que todos los seres humanos sean perfectos físicamente gracias a la manipulación genética. Perfectos ¿según quién?, ¿qué pasaría con la diversidad y la evolución natural? ¿Seremos capaces de sobrevivir ignorando las características que nos permiten adaptarnos a los cambios del entorno?
Por otro lado, ¿qué hay de la nanotecnología? Así como podrían curar enfermedades ahora intratables, ¿podrían los robots microscópicos controlar cada uno de nuestros movimientos desde dentro de nuestros cuerpos? Si eso sucede, es posible que la humanidad quede en manos de los programadores; ¿y si estos no son más que inteligencias artificiales?
Y qué decir de la vida robótica. Al día de hoy ya existen pequeños robots creados con piezas orgánicas que han logrado la hazaña de ensamblar, de manera autónoma, otros ejemplares de su especie, es decir: ¡reproducirse!
Y finalmente, la cereza de este pastel, la inteligencia artificial. ¿Qué pasará si las máquinas se vuelven más inteligentes que nosotros? ¿Seremos capaces de controlarlas o seremos esclavizados por nuestros propios inventos?
La carta abierta antes mencionada parece decir: ¡Piénsenlo bien antes de seguir avanzando hacia un futuro distópico!; sin embargo, los millones de dólares que están en juego, así como la satisfacción de un Yo “ganando” esta carrera de consecuencias incalculables, han hecho que esta advertencia haya sido desoída. Así, el hombre ha seguido jugando a ser dios, pero un dios en minúsculas que ahora pone seriamente en duda la posibilidad de perder el control de sus creaciones.
¿Quieres saber más? Escúchanos este viernes a las 12:00 del día en La hora del deseo, por www.mixlr.com/radiounivas. Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921.
