Alejandro José Ortiz Sampablo
Un motivo de tormento para algunas personas, son los reproches que se hacen a sí mismas después de no actuar ante ciertas circunstancias en que fueron víctimas de alguna injusticia o abuso. Por otro lado, pareciera que el destino se ensaña con ellas, pues se les repite la experiencia de no poder actuar a pesar de que lo desean. De esta forma dan motivo para que los autorreproches aparezcan nuevamente.
Un mundo con fuerzas en conflicto
Por lo general, para quienes no viven tal situación, este tipo de contrariedades son difíciles de comprender; sin embargo, los seres humanos estamos sujetos a vivir experiencias ambivalentes, así que posiblemente no estemos librados de que algún día nos encontremos en la situación mencionada.
Se ha intentado explicar lo anterior, desde muchos puntos de vista; uno de ellos, desde el mundo de la razón. Quienes toman a la razón como guía de explicación de los males psíquicos-emocionales que aquejan a los seres humanos, terminan por errar, pues no contemplan que los pensamientos generados a partir de la razón, solo son una ínfima parte del universo que llamamos vida psíquica (alma). En dicho universo conviven fuerzas o intereses —algunos de ellos inconscientes— que buscan descargarse y, en muchas ocasiones, no convergen, por lo que se desata un conflicto.
No emprender una acción acorde para defenderse o hacer justicia, a pesar de tener la intención de hacerlo, muchas veces caracteriza a quienes son víctimas de abuso (ya sea en la escuela, trabajo o situación fortuita). Por otra parte, la moral social juzga a quienes llegan a defenderse de abusos ejerciendo violencia. Pareciera que dicha moral deja sin salida a las víctimas.
Un placer extraño para la razón
Muchas veces las víctimas son acompañadas por el automartirio. Se juzgan débiles y tontos por haber permitido los abusos sin tomar en cuenta que la disposición que tienen ante el sufrimiento y ante el victimario, sobrepasa los alcances de la razón. Tal parece que para ellos no hay explicación que apacigüe los autorreproches, además de que, por regla general, callan dichos pensamientos. De esta forma se garantiza que el automartirio se fortalezca, pues prontamente la persona encontrará en ello un placer particular.
La observación que logramos en el tratamiento psicoanalítico nos permite aseverar que es en los autorreproches donde se guarda parte del sentido de aquello que impide al paciente recuperar su estabilidad emocional, así como la explicación del por qué respondieron con pasividad ante lo sucedido.
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