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Consultorio del alma: cuenta conmigo | El niño: juego y pesadillas

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Claudia Sofía Méndez Morales

Gio, un pequeño en edad preescolar, ingresa al área de juego, donde los demás están dibujando. Se acerca a Nicolás y le dice: 

—Juguemos algo más divertido.

—¿Como a qué?— pregunta Nicolás.

—Con los juguetes— responde Gio.

Juego y pesadillas

El juego consiste en una guerra campal entre dos dinosaurios rex. Ambos niños utilizan los juguetes para medir su fuerza y alardear de ello. 

—¿Tienes pesadillas?— pregunta Nicolás a Gio.

—A veces sueño que estoy solo corriendo. 

—Yo sueño que me persigue un dinosaurio, pero al final lo mato— concluye Nico.

La charla se interrumpe cuando Gio dice:

—Por ahora el que te matará soy yo, el gran tiranosaurio Rex.

El juego continúa. Durante ese tiempo, Gio reporta a la cuidadora que Nicolás le lastimó el brazo y su pie. Nico se acerca y se disculpa con su amigo; la molestia y el dolor duran unos minutos. Gio se incorpora nuevamente a la guerra de los t-rex.

Curiosidad y fin del juego

De forma repentina, Nicolás pregunta:

—¿Tienes padre?

—No— responde Gio.

—¿Eso quiere decir que tu madre es soltera?— continúa Nicolás. 

Gio se ruboriza y con el dinosaurio en la mano le dice:

—Pero ahora yo soy tu padre el más enorme, el más feroz, más fuerte que tu padre.

—No creo, porque mi padre es enorme— responde Nico.

El juego termina cuando avisan a Nicolás que su padre llegó a recogerlo. Los niños se abrazan y despiden.

Nico le dice señalando:

—Ese que está allá abajo es mi papá.

Gio lo observa y dice:

—Es grande y ¿no te deja solo?

—A veces— responde Nicolás.

Reflexión

La escuela, las estancias infantiles, son lugares donde los niños pueden llevar al juego las fantasías más espectaculares, hablar de sus pesadillas e intentar entender los sucesos que les acontecen. Hoy en día, muchas se han convertido en lugares coercitivos del mundo infantil, donde impera el deber ser y no se les permite un poco de libertad para expresar lo que piensan y sienten.

Cada día se vuelve más recurrente la frustración por parte de los padres cuando los hijos no cubren sus expectativas. Una de esas frustraciones es ver que a sus hijos no les gusta acudir a la escuela. Muchas veces no podemos ser más que espectadores. Nos dejamos absorber por el empuje de la vida cotidiana y dejamos de lado la vida emocional de nuestros pequeños.

Te invito a que escuches a tu hijo, a ser un observador e investigador de su vida interna. En el juego expresan sus miedos e inquietudes, aquello que no logran resolver en su relación con el mundo, no los dejemos solos.

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