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Corazón de Aguabonita, un paraíso que debes visitar

Foto(s): Cortesía
Aleyda Ríos

Jacinto Nicanor

¿Recuerdan ese lugar que empezó a estar en boca de todo mundo por su bebida a base de maguey, su queso de tiras enrolladas y sus insectos saltarines  comestibles? Pues fíjense que hay otro lugar muy singular, que desde hace tiempo también es todo un "boom"; solo que este es famoso por su encantadora gente (y dicen que también, por ser mágico). ¡Sí! Acertaron, es Aguabonita.

Pues bien, el sociólogo Albert Sagan, autor de varios exitosos libros, sostenía la siguiente teoría: que era casi imposible, que en estos días de tan pocos valores, existiera un edén o un Shangri-la'.  Él, más bien creía, que en Aguabonita ocurría un fenómeno de psicosis colectiva o un "quiero creer", de quienes visitaban el pintoresco lugar.

Esa duda motivó que Albert decidiera ir a terminar de escribir su último libro en la quietud del pequeño lugar y al mismo tiempo, descifrar el porqué de los increíbles comentarios que sobre el lugar se oían por doquier.

Mimetizarse le resultó imposible, así que pasó al plan "B", que consistía en lo contrario (tener algo que ver con todo mundo), cosa que ningún trabajo le costó.

Curiosamente, el deseo de terminar de escribir su libro se vio inhibido, pero a cambio, gustó de escribir un diario, algo que día a día, hacía con mayor interés.

En su diario, empezó a escribir cosas como: "Aquí, el tiempo casi no camina; nunca pensé que existieran los Unicornios; hay un niño que realmente habla con los animales; conviven en paz y armonía un sacerdote, un pastor, un monje budista y un misionero; los niños de luz realmente son niños fantásticos..."

Y por ahí iba cada anotación que hacía. Se notaba extasiado por la gente y el lugar.

Ya tenía cinco semanas en Aguabonita (sin notarlo), cuando al caminar por el sendero que conduce al Monte María, fue sorprendido por una rara "ráfaga", una mezcla -quizá-, de un viento fresco y perfumado, con la grata sensación de la certeza de lo que se espera y una fugaz mirada al paraíso...

Estaba agradablemente aletargado en un paradisíaco lugar llamado "El Mirador" (un macizo rocoso, que siendo natural, parece haber sido diseñado por un artista), cuando la fresca brisa del cercano río lo hizo volver en sí, junto a él, esperando que reaccionara, estaba Renato, un hermoso niño de luz, de apacible mirada, que en una especie de unción, le entregó un prisma de luminoso cristal y le dijo: Albert, ya eres un niño de luz, ya eres uno más de nosotros. ¡Enhorabuena!

Dentro de tí está Aguabonita, visítalo; ahí encontrarás tu prisma de luminoso cristal, que sin importar tu edad cronológica, te hará ser un niño de luz...

(Del cuento "Tu Sonrisa", de Jacinto Nicanor).

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