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Dulces oaxaqueños para alegrar el corazón

Foto(s): Cortesía
Redacción

El caminar de las personas y el arribo a su destino al pasar por el mercado Benito Juárez, siempre es detenido por un carrito colorido y una luminaria que anuncia un momento dulce para olvidar cualquier problema de la vida; son los Dulces Regionales Memo, una empresa oaxaqueña que durante más de 60 años ha enmielado a los comensales.

 

Las luces rojas que anuncian la variedad de sus productos, no son tan llamativas como los colores que tienen decenas de dulces dentro de las vitrinas: bizcochos, galletas y panes que al ser nombrados recuerdan a los comensales la tradición oaxaqueña y los detalles de cada postre.

 

 

Los nenguanitos (cinco galletitas pegadas con miel de panela), las empanadas de corpus christi (rellenas de coco, piña o lechecilla), los mamones (marquesotes enmamonados, es decir enmelados), los borrachitos (ligeramente envinados y con un rojo carmín como el color que agarran quienes ya se echaron unos tragos), los polvorones, las roscas (elaboradas con mezcal), las tortitas de coco (con el tradicional turrón), los cajetes, las cocadas blancas, los besitos o los gaznates (en referencia a la parte superior de la tráquea).

 

 

Pero acomodar los postres en los estantes, trasladar el carrito hasta el mercado y atender una jornada de ocho horas o hasta que se venda lo suficiente, son sólo una parte de todo este procedimiento para que los postres lleguen a los comensales; la elaboración, la amasadura, refrigeración y el relleno de todos estos dulces representa un trabajo de un día entero, para que desde el amanecer se trabaje con una masa fresca.

 

 

Herederos de la tradición del dulce

 

 

 

 

 

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Guillermo Jiménez Avendaño prepara la masa. FOTO: Javier Jarquín

 

 

A sus 48 años, Guillermo Jiménez Avendaño, y sus otros ocho hermanos preservan el oficio que alguna vez su abuelo le enseñó a su padre, Guillermo Jiménez Sánchez.

 

 

Antes Memo (Jiménez Sánchez) se levantaba en la madrugada para aprovechar el frío del sereno y que la masa cuajara y obtuviera una textura fina y sólida; las dificultades y el desvelo de esta actividad lo impulsaron a inventar una mesa con grandes cuerpos de hielo y después de los años la mejoró en una plancha de refrigeración para maniobrar la masa sin que perdiera su frescura -la plancha aún es utilizada en la dulcería-.

 

 

Al igual que este antiguo procedimiento, amasar con las manos kilos de mezcla de harina, huevos y azúcar, significaba un gasto de varias horas y mucho esfuerzo, por lo que con el tiempo lograron hacerse de un amasadora mecánica.

 

 

Por ejemplo, la masa de las empanadas de corpus christi se trabaja desde la mañana, con una espatula cortan la mezcla y con los rodillos le dan forma casi circular a todas las piezas, después son rellenadas con coco, piña y lechecilla, barnizadas con un poco de grasa y finalmente son horneadas a 200 grados durante unos 20 o 30 minutos.

 

 

 

 

 

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La lechecilla calentita en las empanadas, algunos las prefieren por dentro a otros les gusta ver su consistencia fuera del bocadillo. FOTO: Javier Jarquín

 

 

"Cuando ya está caliente el horno aprovechamos para calentar la masa de los nenguanitos o cualquier otro dulce. Nosotros realizamos todo de manera artesanal, como nos enseño mi padre, porque queremos que ese sabor se conserve", comentó Guillermo Avendaño sobre la cualidad de sus dulces regionales.

 

 

Quien lo ayuda a cortar los nenguanitos es el mayor de sus hermanos, Jesús Silverio Jiménez Avendaño, quien a sus 53 años agradece el legado que dejó su padre, Don Memo.

 

 

"Mi padre siempre analizó el procedimiento para mejorar sus dulces, para mi es un tesoro este oficio que nos dejó hace muchos años; por eso, como muchos otros dulceros que elaboran sus bocadillos artesanalmente, pedimos a las autoridades gubernamentales que nos den un espacio para establecernos en las verbenas, como la noche de rábanos", mencionó el más grande de los hermanos.

 

 

Oficio que sobrevive

 

 

 

 

 

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Un día antes, Guillermo y su hermano mayor, Jesús Silverio Jiménez Avendaño, preparan la masa para las empanaditas. FOTO: Javier Jarquín

 

 

Las ventas han decaído con el paso de los años y el incremento en las materias para la elaboración exigió a los productores de dulces regionales, a cambiar la oferta de sus bocadillos o recortar el personal laboral de sus pequeñas empresas.

 

 

Dulces Regionales Memo es una empresa cien por ciento oaxaqueña que genera empleos directos a cuatro familias que trabajan en la elaboración de los productos; la contratación de más personal no es opción para Guillermo Jiménez Avendaño, ya que afirmó que el incremento de los costos en las materias primas complica la situación económica de la empresa.

 

 

"Dos, tres hasta 12 pesos le han subido a los productos, no hay un tabulador para que todo esté parejo, los proveedores de la noche a la mañana le subieron a los precios más del 20 por ciento", concluyó el actual dueño de Dulces Regionales Memo, quien mencionó que hasta principios de enero todavía aguantaron vender las empanadas en ocho pesos, pero por el alza ahora la tarifa es de diez pesos por la pieza.

 

 

Sin importar las dificultades económicas, Guillermo Jiménez mencionó que el objetivo de su oficio es conservar la tradición de los dulces regionales, "estamos agradecidos con las personas que siguen valorando y comprando los dulces, porque saben de la calidad y el sabor que tienen".

 

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