Pasar al contenido principal
x

Jerry Brudos, el fetichista coleccionaba tacones de sus víctimas

Foto(s): Cortesía
Redacción

Nacido el 31 de enero de 1939 en el pueblecito de Webster, en Dakota del Sur, Jerome Henry Brudos (Jerry para la familia) tuvo una infancia traumática al no ser deseado por su madre: la mujer prefería tener una niña y, desde su nacimiento, lo maltrató tanto física como psicológicamente. Los abusos y los palos maternos estaban a la orden del día y el cariño brillaba por su ausencia.

A esto se sumó el desarrollo de una obsesión con la ropa de mujer, y especialmente, con los zapatos. Cuando Jerry tenía cinco años encontró un par de tacones cerca de su casa, se los llevó y cuando llegó a su habitación, se los puso. En ese momento, su madre lo pilló y se los quitó con la mediante bronca. A partir de ahí, al pequeño le quedó tal fijación por esta prenda femenina, que llegó a robársela a una profesora y a intentarlo con la ropa interior de unas compañeras de colegio. Tenía doce años.

A los dieciséis, el adolescente ya se masturbaba con ropa de mujer y zapatos de tacón y en sus fantasías aparecían escenas de violación, sumisión y tortura hacia el género femenino con los tacones como el centro de su fetichismo. Además, en esta época, Jerry trató de violar a una chica y fue detenido y enviado a un hospital psiquiátrico. Allí le diagnosticaron esquizofrenia y permaneció cerca de nueve meses en tratamiento.

En 1961, Jerry conoció a Darcie, se casaron y del matrimonio nacieron dos hijos. Una vez instalados en Salem, un suburbio de Oregón, su comportamiento como padre era similar al que su madre tuvo con él: de mucha dureza y violencia y de nulos afectos. No obstante, con su esposa creó una relación apasionada donde primaban sus inusuales fantasías: Jerry obligaba a Darcie a hacer las tareas del hogar desnuda y con los tacones puestos. Aquello le excitaba sobremanera y más cuando la fotografiaba en posiciones provocativas. La mujer, una vez separada y ya ante la policía, aseguró que aquella extraña afición de su marido siempre la incomodó mucho.

Entre 1961 y 1967, Jerry se dedicó a robar la ropa interior de las mujeres del vecindario y a esconderla en el garaje de su casa como si fuese un trofeo. Hasta que en enero de 1968 inició su carrera criminal al perpetrar su primer crimen, el de Linda Slawson, de 19 años, una vendedora de enciclopedias que acudió al domicilio de los Brudos para realizar una venta a puerta fría.

Cuando Jerry abrió y vio a la joven, algo en él hizo clic porque, inmediatamente y a sabiendas de que no estaba solo en la casa (su mujer y sus hijos permanecían en otra dependencia), la golpeó fuertemente y la arrastró hasta el garaje sin hacer ruido. Después de estrangularla, le cambió de ropa, la vistió con zapatos de tacón y le hizo sendas fotos. Antes de deshacerse de su cuerpo en el río Willamette, Jerry seccionó su pie izquierdo y se lo quedó como modelo para tallar el resto de zapatos que iba coleccionando.

En el río

A lo largo del siguiente año, Brudos utilizó el mismo modus operandi con el resto de sus víctimas, también con aquellas que tuvieron la suerte de sobrevivir. Todas ellas eran mujeres jóvenes, principalmente estudiantes, a las que raptaba en lugares públicos para, seguidamente, trasladarlas a su garaje donde cometía los asesinatos. Una vez muertas, el fetichista se calzaba unos tacones y se masturbaba.

Jan Susana Whitney, de 23 años, Karen Sprinker, de 19 años, y Linda Salee, de 22 años, murieron a manos del que se conocería como ‘asesino fetichista’ o el asesino lujurioso. Entre un asesinato y otro, Brudos trató de secuestrar también a otras tres personas. Una de ellas, Gloria Jean Smith, de 15 años, pudo huir cuando el homicida intentaba meterla en su coche.

Algo similar le pasó a Sharon Wood, de 24 años, que forcejeó con su atacante en un aparcamiento subterráneo cuando se disponía a regresar a casa. La muchacha luchó con uñas y dientes contra Jerry, y aunque terminó inconsciente en el suelo tras recibir un fuerte golpe en la cabeza, el modo en que opuso resistencia hizo que el asesino finalmente terminara huyendo.

Aquella tarde del 21 de abril de 1969, la policía tomó declaración a Sharon y, pese a ofrecer una escrupulosa descripción de Brudos, ésta jamás llegó a manos del detective Stovall, encargado de la investigación de las últimas desapariciones de chicas en el Estado de Oregón. Por lo tanto, el caso de Wood se investigó como un hecho aislado.

El 10 de mayo de 1969, un pescador divisó en el río Long Tom lo que parecía un paquete. Cuando se acercó comprobó que estaba ante el cadáver de una mujer que todavía conservaba puesto el abrigo y que había sido lastrada con una pesada caja de herramientas. El hombre avisó a las autoridades y descubrieron que se trataba de una de las jóvenes desaparecidas recientemente, Linda Salee.

El veterano de guerra

Dos días después, mientras los buceadores del cuerpo policial se sumergían en busca de más pruebas, descubrieron un segundo cuerpo, el de Karen Sprinker. Aquello supuso la confirmación de que un asesino en serie andaba suelto y que actuaría muy pronto.

A partir de ahí, los detectives elaboraron un perfil del supuesto criminal: edad, entre los veinte y los treinta años; trabaja como electricista porque los cables utilizados para lastrar a las víctimas son de cobre y el doble nudo hallado es muy propio de estos profesionales; con pasado familiar atormentado donde la madre tenía un carácter fuerte y dominante; y, por último, que cuenta con un historial de comportamiento antisocial.

El retrato psicológico que elaboraron los investigadores encajaba a la perfección con la vida y carácter de Jerry Brudos, ahora sólo faltaba darle caza. Los agentes indagaron que Karen vivía en una residencia de estudiantes, así que preguntaron al resto de compañeras por algún suceso inusual. Una de ellas recordó que un hombre había llamado recientemente diciendo que era un veterano de guerra en busca de charla.

Después de aceptar un encuentro dentro de la universidad, Jerry le propuso dar un paseo, pero la muchacha lo rechazó: hizo varios comentarios inquietantes sobre las últimas víctimas aparecidas en el río y ella desconfió. Entonces, Brudos se despidió emplazándole a hablar la siguiente semana. Tras escuchar la historia, los policías le pidieron a la estudiante que los avisara si llamaba. El asesino telefoneó el 25 de mayo y una hora después, llegó a las instalaciones universitarias.

En cuanto aquel tipo alto, de aspecto pecoso y regordete entró por la puerta, los detectives supieron que estaban ante su asesino en serie, aunque no tenían ninguna prueba para detenerlo. Jerry se identificó cortésmente, les contó que trabajaba como electricista, que vivía en Salem junto a su mujer y sus dos hijos y le dejaron marchar, no sin antes apuntar el número de la matrícula de su coche.

Al cotejar dicha información con la base de datos de la Policía de Oregon, los investigadores se percataron de dos indicios claves: tenía un historial psiquiátrico por desviaciones sexuales y Linda, la vendedora de enciclopedias, había visitado la zona donde residía Brudos antes de desaparecer.

La colección

El detective al mando Jim Stovall, acompañado del detective Jerry Frazier, se personaron en la vivienda de Brudos. Mientras uno conversaba con el sospechoso, el otro recorrió la casa hasta llegar al garaje donde encontró trozos de cables de cobre, algunos de ellos anudados de manera similar a los localizados para hundir a las víctimas del río, y un gancho en el techo. Aunque las pruebas apuntaban claramente a Jery como el autor de dichas muertes, se necesitó un testimonio aplastante para encerrarlo: la declaración de la quinceañera Gloria, que lo identificó durante una rueda de reconocimiento.

El 29 de mayo de 1969, el asesino fue arrestado por un delito de asalto e intento de secuestro, lo que propició un segundo registro de la vivienda y que se encontraran pruebas incriminatorias. Esta vez localizaron los zapatos de tacón, el pie izquierdo de Linda y dos senos amputados utilizados como pisapapeles y guardados como si fuesen tesoros.

Aunque en un primer momento, el detenido se declaró inocente de los crímenes, el agente Stovall se metió en su psique hasta derrotarlo y propiciar una asombrosa declaración: Brudos contó con todo lujo de detalles cómo, dónde y cuándo mató a las víctimas.

Preso modelo

El 28 de junio de 1969, el tribunal condenó a Jerry Brudos a tres asesinatos en primer grado (nunca se demostró la autoría del último al no aparecer el cuerpo) y lo sentenció a tres cadenas perpetuas consecutivas sin posibilidad de libertad condicional.

Trasladado a la Penitenciaría Estatal de Oregon, el fetichista de los zapatos de tacón se comportó como un preso modelo, participó en muchas de las actividades de prisión y concedió múltiples entrevistas a los medios de comunicación en las que jamás se arrepintió ni pidió perdón por el daño causado. Incluso continuó con su obsesión por los tacones hasta el final de sus días al coleccionar revistas con este atuendo femenino.

El 28 de marzo de 2006, después de una larga enfermedad a causa de un cáncer de hígado, Jerry Brudos falleció a los 67 años en la enfermería de la cárcel. Eran las 5:10 de la madrugada cuando este asesino fetichista expiraba su último aliento sin desvelar dónde se encontraban el resto de sus víctimas.

Noticias ¡Cerca de ti!

Conoce los servicios publicitarios que impulsarán tu marca a otro nivel.