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El psicopata que movido por el "amor" ultimó a su esposa e hijo

Ramón-Laso
Foto(s): Cortesía
Giovanna Martínez

Agencias

Ramón Laso es un psicópata con, al menos, cuatro víctimas mortales a sus espaldas. Todos sus homicidios los perpetró contra familiares que obstaculizaban sus aventuras amorosas. Se acercó tanto al crimen perfecto que la Audiencia de Tarragona le condenó el pasado octubre a 30 años de prisión sin haber encontrado los cuerpos de sus dos últimas víctimas.

El equipo de Pere Sánchez, jefe de la unidad central de personas desaparecidas de los Mossos d’Esquadra, consiguió, sin evidencias biológicas, convencer a un tribunal popular de que Laso era un asesino.

En marzo de 1989, Laso y su hijo Daniel, de 6 años, sufrieron un accidente de coche. El vehículo cayó por un barranco, el turismo ardió y el menor murió calcinado. Laso resultó ileso

Es frío, encantador, simpático, atento, metódico y buen conversador. Alguien que “no mira… analiza” y según Pere Sánchez “clasifica a las personas que le suponen un problema y se las quita de en medio”.

El 9 de junio de 1988 un tren decapitaba a la que era la esposa de Ramón Laso, Lolita Camacho, de 25 años. El maquinista quemó la sirena de la locomotora, la mujer no se movió ni un milímetro. Las ruedas del tren la decapitaron. La Guardia Civil cerró el caso como un suicidio.

El 2 de marzo de 1989, nueve meses después de la muerte de Lolita, Laso y su hijo Daniel, de 6 años, sufrieron un accidente de coche. El vehículo cayó por un barranco, el turismo ardió y el menor murió calcinado. Laso resultó ileso, cobró del seguro cerca de tres millones de pesetas y montó un videoclub.

El suegro de Laso jamás creyó el suicidio de su hija y el accidente de su nieto. Contrató un detective privado que constató que Lolita había descubierto que Laso le era infiel y había decidido pedirle el divorcio. El asesino no quería pagar las compensaciones alimentarias que le iban a acarrear la separación y “se los quitó de en medio”. 

La Policía Nacional reabrió la investigación y consiguió probar que Laso mató a su esposa y colocó el cuerpo sobre los raíles y nueve meses después quemó el vehículo con su hijo en el interior. En 1993 fue condenado a 56 años de privación de libertad por los dos crímenes. Se acogió a beneficios penitenciarios y tras ocho años de reclusión quedó en libertad.

Al abandonar la prisión maquilló su pasado y enamoró a la portera de un edificio de la Rambla de Tarragona, Julia Lamas. Laso era un marido ideal, el amigo idóneo, el vecino servicial… La relación con la familia de Julia era perfecta, sobre todo con su hermana Mercedes Lamas y el marido de esta, Maurici Font, que vivían a 100 metros de la casa adosada donde convivían Laso y Julia en Els Pallaresos (Tarragona).

El jefe de la unidad central de personas desaparecidas de los Mossos traza un paralelismo entre lo sucedido en 1988 y sus dos últimos asesinatos, los de Julia y Maurici. Meses después de enamorar a Julia, Laso engatusó a su cuñada Mercedes y mantuvieron varios encuentros sexuales. “Ahora le estorbaban su mujer y su cuñado… ni siquiera se lo pensó”, sentencia Pere Sánchez.

El 27 de marzo de 2009 Laso pidió a Maurici que le acompañara hasta su huerto. El cuñado del asesino acompañó a su esposa hasta el trabajo y después fue hasta el huerto para ayudar a su asesino.

Nadie ha vuelto a ver a Maurici jamás. Aquel día, Laso se presentó en el trabajo de su cuñada y a la vez amante a las 15.30. El asesino le dijo que había visto como Julia y Maurici abandonaban todo para vivir su propio romance. Laso justificó este idilio jurando que Julia y su cuñado descubrieron sus secretos de alcoba con Mercedes y dieron la vuelta a la tortilla. El coche de Maurici apareció cerca de la estación de tren de Tarragona.

Pere Sánchez está convencido que Laso ya tenía preparada una fosa en la montaña. Un lugar que no se ha encontrado jamás. Mató a Maurici, posteriormente fue a recoger a Julia al trabajo, varios testigos les vieron junto a la portería, la llevó al mismo lugar y, según el policía, después de acabar con ella, enterró los dos cuerpos.

A partir de entonces, Laso se dedicó a construir pruebas falsas, incluso llamó a un diario local haciéndose pasar por su cuñado. El móvil desde el que se hizo la llamada se encontró en la mesita de noche del asesino. Desde el 27 de marzo de 2009 nadie ha visto ni a Maurici, ni a Julia, no han operado con sus cuentas bancarias, no han ido al médico... no han existido.

Laso fue condenado el pasado octubre a 30 años de cárcel. Por primera vez en España se condenaba a alguien sin que aparecieran cadáveres, ni restos biológicos, ni armas y sin que hubiera confesión.

 

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