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Corredor de bolsa perpetra una masacre en Atlanta, Estados Unidos

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Foto(s): Cortesía
Alejandra López Martínez

Agencias

El agente bursátil, Mark Barton, de 44 años, sembró el terror el jueves 29 de julio de 1999 en Atlanta (Georgia, Estados Unidos), matando a 12 personas e hiriendo a siete con dos revólveres antes de suicidarse, al término de una jornada sangrienta.

Ese jueves por la tarde, este hombre entró sucesivamente en dos corredurías de bolsa en Buckhead, un barrio acomodado de Atlanta.

«La bolsa está bajando hoy», dijo, antes de desenfundar sus revólveres calibres 45 y 9 milímetros y de disparar, matando a cuatro personas.

Tranquilamente, cruzó la calle, entró en una segunda firma de corretaje. «Espero que no echar a perder su jornada de operaciones», afirmó y mató a otras cinco personas.

Centenares de personas más evacuaron en pánico entonces los edificios. En la confusión, Mark Barton logró huir, dejando atrás un verdadero baño de sangre.

Cacería humana

Las unidades de élite de la Policía iniciaron entonces una enorme cacería humana. Pero a los agentes que acudieron a su domicilio, en Stockbridge, a 40 kilómetros al sureste de Atlanta, lo esperaba un hallazgo macabro: el cadáver de la esposa de Barton, Lee Ann, yacía en un armario. Sus dos hijos, una niña de ocho años y un varón de 12, estaban desnudos y sin vida en su cama. Los tres estaban envueltos en mantas, con su cabeza afuera.

En la computadora, había una carta recién escrita por Mark Barton. La Policía dio a conocer su contenido, junto al de tres notas manuscritas encontradas junto a los cuerpos de su esposa y de sus hijos.

«No espero vivir mucho más, lo suficiente como para matar a cuantos pueda de quienes vorazmente buscaron mi destrucción», advirtió en la nota computarizada, según Jimmy Mercer, jefe de Policía del condado de Henry.

Según la Policía, Lee Ann murió primero, probablemente golpeada hasta la muerte el martes o el miércoles anterior. La pareja, al parecer, estaba a punto de divorciarse.

Todas las cadenas de televisión estadounidenses interrumpieron sus programas. El mundo entero supo entonces todo sobre Mark Barton, su retrato, su vestimenta. Pero los policías no podían dar con él…

En Buckhead, el barrio fue cercado y todos los edificios registrados minuciosamente.

Finalmente, al caer la noche, tras una persecución de cinco horas, la Policía encontró a Barton, lo rodeó con automóviles. El asesino detuvo su camioneta Ford de color verde en una estación de servicio del condado de Cobb, en el norte de Atlanta. Todo fue muy rápido: Barton desenfundó sus dos armas y se voló la cabeza de un disparo.

Por la noche, el alcalde de la ciudad, William Campbell, tuvo dificultades en encontrar las palabras para comentar la «terrible tragedia».

Los detalles empezaron a surgir sobre la personalidad de Mark Barton, un químico que se había lanzado a la especulación bursátil, un hombre descrito por sus vecinos como «de compañía agradable», un «padre afectuoso», «encantador y simple». Un hombre «irritable», según otros.

La Policía dio de él una imagen totalmente diferente. Mark Barton era el sospechoso número uno en la investigación sobre el doble crimen nunca dilucidado de su ex esposa y de su ex suegra en septiembre de 1993, en Alabama.

Deborah Barton, de 39 años, y su madre Eloise, de 59, habían sido halladas muertas, el cuerpo descuartizado con una hacha. Poco antes, Barton había sacado un seguro de vida para su esposa por un monto de 600.000 dólares. Sin embargo, la Policía no tenía pruebas suficientes y no lo inculpó.

El presidente de la sociedad de corretaje All-Tech Investment, donde tuvo lugar parte del drama, explicó que Mark Barton practicaba el «day trading» (especulación a un día), una actividad potencialmente lucrativa pero extremadamente arriesgada.

Según informaciones no confirmadas, el criminal había perdido 70.000 dólares en la bolsa la víspera de la matanza.

Carta y mensajes del multihomicida

El 31 de julio de 1999, la Policía encontró una carta y tres breves mensajes en la casa donde la esposa y dos hijos del múltiple homicida estadounidense Mark Barton fueron hallados muertos el jueves anterior.

La carta encontrada en su computadora personal sugirió que se sentía torturado por la separación de su esposa, por sus pérdidas en el mercado bursátil y por temores no explicados que dijo le habían sido «transferidos de mi padre a mí y de mí a mi hijo».

«No pretendo vivir mucho más, sólo lo suficiente para matar a todas las personas que pueda de las que con avaricia buscaron mi destrucción», agregó en la carta.

La Policía supone que Barton estaba enojado por las pérdidas financieras sufridas en los últimos meses.

El jefe policial del condado de Henry, Jimmy Mercer, leyó en conferencia de prensa la misiva que Barton supuestamente escribió y firmó confesando los tres crímenes y anticipando la orgía de sangre que desató el jueves.

En la carta fechada, el 29 de julio a las 06:38 horas, describe lo que hizo con su esposa e hijos: «Leigh Ann está en el vestidor del dormitorio bajo una sábana. La maté el martes en la noche. Asesiné a Matthew y Mychelle el miércoles en la noche».

Afirma que procuró asesinarlos sin que sufrieran, golpeándolos con un martillo mientras dormían y colocándolos boca abajo en la bañera llena de agua para asegurarse que murieran.

Luego describe la «agonía» que según dijo sufría él desde octubre y que lo llevó a cometer los tres crímenes, por los cuales dijo sentirse apenado.

En la casa fueron halladas tres breves notas para cada una de las víctimas en las dice quererlas y le pide a Dios que las proteja.

Barton rechaza haber matado a su primera esposa y su madre. En 1993, ambas fueron asesinadas por alguien que les destrozó la cabeza con un objeto pesado durante un campamento.

Años después Mark Barton reconstruyó su familia al casarse con Leigh Ann, quien fungió felizmente como madre postiza de los niños, hasta que pidió el divorcio a Barton.

En algún momento del martes, Mark Barton asesinó a su mujer, envolvió su cuerpo en una cobija y la ocultó en el clóset. 

La noche siguiente, el hombre asesinó a sus hijos, cuyos cuerpos recostó en sus camas y rodeó de juguetes. 

En su nota explicativa, Barton se dijo convencido de que Jehová cuidaría a su familia y se encargaría de reunirlos en otra vida. Sin embargo, reconoció que esto no explicaría sus actos ante los demás.

Mark Barton se declaró convencido de que sus hijos estaban predestinados a vidas como la que tuvo él mismo. Prefirió liberarlos.

Esa vida que Barton no quería para sus hijos lo torturó varios meses. Se cree que tuvo cuantiosas pérdidas en operaciones bursátiles arriesgadas, pero sólo el hombre sabía si eso era todo.

Sin embargo, en su última carta Barton advirtió que se vengaría. El objetivo de esta venganza eran, al parecer, los empleados de las dos casas de bolsa en las que abrió fuego, matando a nueve e hiriendo a 12 personas a las que saludó con comentarios sobre la situación bursátil.

"No planeo vivir mucho más tiempo, sólo el necesario para matar al mayor número posible de las personas que tan avariciosamente buscaron mi destrucción", dijo el multihomicida.

"Deben matarme si pueden", advirtió Mark Barton.

 

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