Pasar al contenido principal
x

Alfredo Ballí Treviño, el mexicano que inspiró la historia de Hannibal

hombres
Foto(s): Cortesía
Redacción

El escritor Thomas Harris se inspiró en la historia real de un famoso asesino mexicano para crear al doctor caníbal Hannibal Lecter.

Finales de la década de los 70. Tras más de quince años dedicados al periodismo, Thomas Harris estaba listo para dar el siguiente paso en su carrera y convertirse en un escritor de ficción. Mientras escribía los primeros bocetos de su libro –posteriormente titulado ‘Dragón Rojo’ (Red Dragon)–, Harris recordó a un par de delincuentes que había conocido en México. La historia real de uno de ellos serviría para crear a su personaje principal: el asesino caníbal Hannibal Lecter.

El resto, como dicen, es historia. El Dr. Lecter se convirtió en uno de los personajes más icónicos del siglo XX, protagonizó su propia saga de libros y fue llevado a la pantalla con tres aclamadas películas protagonizadas por Anthony Hopkins, un reebot encabezado por el fallecido actor Gaspard Ulliel y una serie de televisión que suma adeptos día con día. Sin embargo, la historia del criminal mexicano que inspiró la concepción del famoso caníbal estuvo perdida incluso para el mismo autor por años. Para suerte de los curiosos, eso cambió recientemente.

De una prisión en Nuevo León a las páginas de los libros


1963. Thomas Harris, de entonces 23 años, había viajado a Monterrey, Nuevo León para entrevistarse con Dykes Askew Simmons, un ciudadano estadounidense que había sido sentenciado en México por el asesinato de tres jóvenes a los que había desmembrado.

Durante uno de sus encuentros, el asesino serial contó a Harris que estuvo a punto de morir tras ser baleado por guardias del Penal de Topo Chico mientras intentaba escapar. De hecho, la única razón por la que estaba vivo era la rápida intervención del Dr. Salazar, un médico de la cárcel con quien, desde entonces, tenía una cercana relación.

Sin pudor alguno, Simmons describió lo que muchos podrían describir como un nexo casi íntimo con Salazar. El doctor, un hombre pequeño y ágil con cabello rojo oscuro según las palabras de Harris a The Times, se había convertido en un amigo y confidente del asesino serial texano. Era alguien a quien podía acudir y compartir sus pensamientos, sentimientos y deseos criminales sin ser juzgado. Al poco tiempo, Harris se enteró que el Dr. Salazar no era un empleado de la cárcel, sino uno más de sus prisioneros.

Octubre de 1959. La Procuraduría de Justicia de Nuevo León estaba por dar carpetazo a la investigación del asesinato y mutilación del doctor Jesús Castillo Rangel. De acuerdo con sus pesquisas, el terrible crimen había sido cometido por un amigo y amante del doctor Rangel: Alfredo Ballí Treviño, un pasante de medicina proveniente de una familia de clase alta de Monterrey.

Bastó solo un interrogatorio para que las autoridades descubrieran al monstruo que tenían enfrente. Ballí Treviño no solo había anestesiado y masacrado a quien fuera su pareja, también sospecharon que había ofrecido su ayuda a jóvenes que pedían aventón en las carreteras norteñas para después asesinarlos y mutilarlos, esparciendo sus restos en el camino. Dos años después, en mayo de 1961, la justicia llegaría: Alfredo Ballí Treviño fue condenado a pena de muerte por diversos delitos, entre ellos el homicidio del doctor Castillo Rangel. Fue el último preso condenado a morir por la ley mexicana.

Tras escuchar sobre él, Thomas Harris buscó reunirse con Ballí Treviño. Cuando lo hizo, notó que el hombre no era un asesino ordinario. Se movía con elegancia, hablaba con propiedad, actuaba con cautela, comprendía de manera peculiar la mente criminal. Aún así, era aterrador escucharlo referirse al atractivo de sus víctimas, a la atención que ponía sobre su carne, a su nada complicada existencia tras las rejas. El Dr. Salazar era un alter ego que ocupaba casi sin darse cuenta.

Con la publicación de ‘Dragón Rojo’, la carrera como escritor de Thomas Harris despegó por completo. Sus días como periodista quedaron atrás y no pensó en los peligrosos hombres a los que había conocido en México por mucho tiempo.

En 2013, con la reedición de aniversario de ‘El silencio de los corderos’ –quizá la obra más popular de la tetralogía de Hannibal–, Harris se obligó a volver a la década de los sesenta y recordar a Ballí. Después se puso en contacto con el periodista mexicano Diego Enrique Osorno para buscar más información sobre el asesino.

Gracias al trabajo de Osorno, rescatado por la desaparecida versión en español de VICE, Harris supo que Ballí había sido liberado en 1981, después de que su sentencia mortal fuera conmutada y sustituida solo por 20 años de cárcel. Durante los siguientes años, Alfredo se mantuvo alejado del crimen. Regresó a Monterrey y abrió un consultorio médico en la colonia Talleres, muy cerca del centro. Allí trabajó hasta 2009, fecha en que la muerte lo alcanzó. Sobre sus instintos asesinos, nadie que estuviera cerca podría haberlos sospechado. Al igual que el doctor Hannibal Lecter, Ballí Treviño era otro cuando no asesinaba. Algo que quizá vuelve a ambos criminales –el real y el ficticio– más peligrosos.

Noticias ¡Cerca de ti!

Conoce los servicios publicitarios que impulsarán tu marca a otro nivel.