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Toledo, demasiado humano

Foto(s): Cortesía
Redacción

Francisco Toledo había cumplido 79 años de vida el pasado 17 de julio. Nació en 1940 en la heróica ciudad de Juchitán de Zaragoza, en el Istmo de Tehuantepec, y esta tierra que le dio origen serviría para alimentar una de las paletas más creativas en el mundo de la plástica gracias a las leyendas y tradiciones orales propias su entorno. 


Su obra es vasta, variada y rica, baste recordar colecciones como El conejo y el coyote, donde Toledo se remonta a sus raíces y, de manera constante, las reinterpreta buscando su conservación y revaloración a través de su magnífica estética y pulida técnica. 



Papalotes por los 43 desaparecidos de Ayotzinapa

Recrear el cuento


En palabras del propio artista: “de la tradición maravillosa de contar que tenemos los indígenas proviene el cuento de El conejo y el coyote, que pertenece a todos, porque todos lo recreamos con nuestras palabras cuando lo volvemos a contar, y así lo conservamos para las nuevas generaciones”.


También podemos hablar del "Insectario" donde chapulines, saltamontes, grillos, libélulas, caballitos del diablo, chinches, cigarras, escarabajos, avispas, hormigas, moscas, mariposas, alacranes y arañas protagonizan sus lienzos.


En el Bestiario de artrópodos y una zoología variada, mezcló el arte gráfico y la filatelia produciendo un amplio y creativo espacio repleto de bestias polimórficas.


Cada una de sus expresiones son un ejemplo claro de la capacidad tanto creativa como productiva del artista. 



La labor creativa

IAGO, su creación


El espacio que acogió esa muestra fue uno de los lugares fundados por él, el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO); ahí mostró piezas nuevas; las técnicas que se incluyeron fueron óleo sobre madera, mixta y escultura.


Fueron muchas las temáticas que abordó, entre ellas el autorretrato, sobre la que dijo: “soy yo, el que puede estar quieto, o puede estar frente al espejo, sin moverse, sin perder intimidad en el trabajo porque no es otra persona a la cual estás dibujando”. 


Su legado y amor por Oaxaca


Cuando Francisco Toledo llegó a vivir a Oaxaca, en la década de 1950, tenía el interés de ser pintor, pero en ese entonces no había referencias de lo que se hacía en el arte en otras partes. Por ello, decidió fundar el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) en la capital de Oaxaca de Juárez.



Con la imagen de Monsi

En este espacio, Toledo creó una biblioteca que ha crecido con los años y actualmente su acervo asciende a más de 61 mil títulos. Los proyectos culturales de Toledo han contagiado a otras personas: algunos han abierto espacios culturales en Oaxaca, otros se han sumado donando libros y obra.


Otro de los espacios que fundó fue el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo, en la calle de Manuel M. Bravo número 116, en el Centro Histórico de Oaxaca, y que junto con el IAGO dio pie para que el maestro creara otras instituciones culturales, desde donde se ha impulsado distintos proyectos editoriales. El artista plástico también formó una valiosa colección de obra gráfica y de fotografía.


Mecenas cultural


Su honestidad y congruencia lo llevó a renunciar el año pasado a la beca de Creador Emérito que le fue concedida hace varios años, aunque el dinero que obtenía lo canalizaba a un fondo de becas.


Dentro de sus últimos proyectos, en febrero de este 2019, el filántropo y activista inauguró una muestra tanto en la Galería como en la Bodega Quetzalli de la ciudad de Oaxaca, con más de 100 piezas, entre gouaches, acuarelas, tintas y un óleo sobre papel. En Obra Reciente, Francisco Toledo mostró obras en las que se influenció por la literatura, anécdotas personales y retratos.


En el plano creativo, el público ha podido ver varias de sus facetas en los últimos dos años; en el caso de la ciudad que habita, el público pudo conocer de cerca una de sus etapas más personales y reveladoras, con NaaPia´. Yo mismo, muestra en la que por primera vez mostró autorretratos de distintas épocas de su vida. En entrevistas sobre esta exhibición, aseguró que ha pintado su juventud y su madurez, y que le tocaba pintar retratos de su vejez.



Los grabados

Activismo


El artista juchiteco desarrolló una propuesta con sus papalotes como protesta por los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, pero también recordamos su lucha contra el maíz transgénico, su defensa de las comunidades indígenas y su labor con talleres para generar economías sustentables en esas comunidades.


Toledo era un artista, pero también un ser humano sencillo, a veces demasiado, el cual podía hallarse caminando en pleno centro de la ciudad con la mirada perdida, seguramente trazando mentalmente imaginerías, bestiarios, imágenes surrealistas o pensando en su propia vejez y sus arrugas. 


Hasta pronto Francisco Toledo, maestro sobre todo de vida y arte. 

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