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¿A quién convenía la muerte de Zapata?

Foto(s): Cortesía
Israel García Reyes

El 10 de abril de 1919, el coronel Jesús Guajardo consumó el asesinato del líder campesino Emiliano Zapata, en Chinameca Morelos, luego de emboscarlo, con lo que cerró uno de los peores capítulos de sangre y traición de la Revolución Mexicana.


Antecedentes


Emiliano Zapata nació el 8 de agosto de 1879 en San Miguel Anenecuilco, Morelos. Inconforme con los latifundios de su estado y el gobierno conservador de Porfirio Díaz, se alzó en armas y fundó el Ejército de Liberación del Sur. Apoyó a Francisco I. Madero en su campaña para destronar a Díaz hasta que el segundo renunció y abandonó el país.


Madero ascendió a la presidencia; sin embargo, aunque prometió impulsar una reforma agraria, no cumplió. Después sería asesinado.


Zapata, en plena lucha lanzó el Plan de Ayala en que proclamaba: “la tierra es de quien la trabaja”, y demandó se restituyera a los campesinos.


En un principio Francisco Villa y Zapata se aliaron a Venustiano Carranza, líder del movimiento constitucionalista, para derrocar a Victoriano Huerta, el asesino de Madero, logrando que abandonara el país en 1914, pero luego Carranza, ya en el poder, se dedicó a perseguir guerrillas, entre ellas la de Zapata.


Traición y emboscada


Jesús Guajardo fue instruido para acabar con Emiliano. Para ganarse su confianza, Guajardo fingió interés en sumarse al Ejército Libertador del Sur y como prueba de ello mandó fusilar a 50 de sus hombres, mismos que participaron en persecuciones contra el revolucionario.


También corrió el rumor de que estaba enemistado con su superior, el general Pablo González Garza, fiel al presidente del país, Venustiano Carranza. Guajardo le escribió a Zapata sobre el descontento que sentía hacia Carranza y que deseaba unirse a la causa suriana. Incluso, le obsequió un caballo alazán, el “As de Oros” y una lujosa silla de montar, como muestra de amistad.


La necesidad de reforzar al Ejército Libertador del Sur llevó a un Emiliano desesperado a aceptar reunirse con Guajardo el fatídico 10 de abril de 1919 en la Hacienda de San Juan Chinameca.


​Aunque los hombres del morelense acamparon cerca de la propiedad, éste acudió a la cita a caballo y acompañado de su escolta.


Soldados esperaban la llegada del rebelde ocultos en la azotea y otros puntos estratégicos, y cuando el clarín anunció su llegada y presentaron armas, salieron de sus escondites y le dispararon.


Según algunas versiones, al verse acorralado Zapata intentó desenfundar la pistola y quiso dar media vuelta, pero el caballo lo arrojó al suelo. Siete tiros le causaron la muerte. En el lugar también perdieron la vida otros generales y tropa. Emiliano tenía entonces 39 años.


Una vez comprobado que Zapata había muerto, Guajardo trasladó el cadáver a Cuautla en donde lo entregó a Pablo González. El cuerpo fue expuesto al público en la presidencia municipal para mostrar la veracidad del hecho, lo que desmoralizó al Ejército Libertador del Sur que se dispersó.


Zapata fue sepultado en presencia de Pablo González y una multitud que lo acompañó en el sepelio. En tanto, Guajardo fue reconocido por la prensa. El 12 de abril, el periódico El Universal publicó la felicitación que hizo Venustiano Carranza a Pablo González donde se deshizo en elogios: “Lo felicito por este importante triunfo que ha obtenido el Gobierno de la República con la caída del jefe de la revuelta en el sur, y por su conducto, al coronel Guajardo y a los demás jefes; oficiales y tropa que tomaron participación en ese combate; los felicito por el mismo hecho de armas; y atendiendo a la solicitud de usted, he dictado acuerdo a la Secretaría de Guerra y Marina para que sean ascendidos al grado inmediato el coronel Jesús M. Guajardo y los demás jefes y oficiales que a sus órdenes operaron en este encuentro” (sic).


Como puede deducirse, el más beneficiado con aquella muerte fue el presidente del país, Venustiano Carranza, quien deseaba pacificar a la nación y había estado combatiendo a Zapata. Su proyecto de nación no contemplaba causas agrarias, así que la lucha del morelense le estorbaba.


Carranza también premió a Guajardo con 50 mil pesos en monedas de oro. Sin embargo, un año después, el traidor desconoció a Álvaro Obregón, se levantó en armas contra el presidente Adolfo de la Huerta en Torreón, fue aprehendido en Monterrey y fusilado el 17 de julio de 1920.


Carranza moriría un mes antes, el 21 de mayo de 1920, en Tlaxcalantongo, Puebla, irónicamente, a causa de otra emboscada.


La foto del cuerpo


​La fotografía del cadáver de Zapata se tomó al día siguiente de la muerte, manchado de tierra y sangre y rodeado de seguidores. Testimonios de campesinos que negaban se tratara de Emiliano desataron la versión de que seguía vivo. A partir de entonces crecería su leyenda como símbolo de la defensa de la tierra.

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