No lo sabe, pero lo vive. Su contexto ha sido brutal para aniquilar las aspiraciones de conseguir estudios profesionales, esa posibilidad ni siquiera la contempla: “No, no me gusta estudiar”, dice con timidez Alicia, como pide que le llamen a la adolescente de 17 años para preservar su identidad, porque el municipio mixteco que está a 80 kilómetros de la ciudad de Oaxaca casi todas las personas se conocen entre sí.
Haber reprobado segundo año de primaria y no cursar el segundo año de secundaria en el ciclo 2020-2021 porque la pandemia de COVID-19 mantuvo cerradas las escuelas y ella sólo debía ir cada 21 días por trabajos y a entregar tareas, retrasaron dos años la conclusión de la educación básica de Alicia.
“Mi hermano, aunque había pandemia, no dejó de estudiar, tiene 15 años y está por entrar al bachillerato”, relata la tercera hija de una familia en la que las dos hermanas mayores iniciaron vida de pareja antes de cumplir los 20.
Educación que no atrae
Reconocer lo poco atractiva que la educación formal es para adolescentes y jóvenes, pero sobre todo conectar a la sociedad con los sistemas educativos luego de los cambios tecnológicos tan vertiginosos de la última década, es la propuesta que hace la mágister en educación por la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación Chile, Andrea Osorio.
Entrevistada a propósito de su participación del Seminario Prevención del abandono escolar en la educación media superior y superior en Oaxaca que de manera conjunta organizaron el Banco Mundial y la Secretaría de Educación de la entidad este jueves y viernes, consideró que los sistemas educativos tienen que actualizarse para poder comprender cuáles son los intereses del estudiantado.
“El acceso a Internet y a la información es muy fácil, ya no resulta interesante ir a un espacio a escuchar a un profesor o profesora que me cuenta lo que yo puedo saber de otra manera. En el fondo más bien creemos que hay que repensar la metodología y la forma en que nos relacionamos con los y las estudiantes respecto de lo que quieren aprender y cómo lo quieren aprender”, abundó.
Andrea Osorio, quien es Jefa de la División de Educación General del Ministerio de Educación en Chile, compartió que en su país se desarrolla un Congreso Pedagógico que busca descubrir lo que las y los estudiantes quieren aprender, cómo y dónde, mientras que entre el profesorado indagan qué quieren enseñar, cómo y dónde.
La meta es “hacer una mejor sintonía entre la educación formal y la realidad de nuestro jóvenes, porque la escuela que conocemos a lo mejor ya cumplió su rol, nació hace muchos años, en una sociedad industrial distinta y lineal que no se podía anticipar más; hoy vivimos tiempos de mucho más cambios e incertidumbre, el acceso a la información es más amplio, tenemos que pensar cómo atraemos y eso implica, quizá cambios de prácticas de la institución”.
E insiste en que el foco de este cambio en el modelo educativo debe ponerse en el aprendizaje que abre el mundo y las oportunidades de estudiar diferentes cosas, no necesariamente para dedicarse a ellas:
“Tenemos una mentalidad muy pragmática. Hemos llegado a una educación muy transaccional en la que cuestionamos aprender cosas que no voy a ocupar, pero la verdad es que cuando yo logro resolver una ecuación, aunque nunca utilice ese conocimiento, como tal mi cerebro creció y eso me va a permitir poder resolver problemas complejos de la vida”, por lo que está a favor de presentar el espacio educativo como un área para el aprendizaje y de crecimiento.
Informar de los riesgos
Para la Jefa de la Unidad de Estadística del Ministerio de Educación del Perú, Claudia Paola Lisboa Vásquez, es importante alinear a todos los sectores que intervienen en la educación para reducir la deserción escolar, pero sobre todo proveer de información a padres y madres para que sean agentes activos que impulsen a sus hijos e hijas a seguir estudiando.
El Economista Senior para Bolivia, Chile, Ecuador y Perú de la Práctica de Educación para el Banco Minimalismo, Ciro Habitable, quien participa también en el seminario, expuso que sin lugar a dudas la falta de recursos en los hogares hacen que de América Latina México destaque por las desigualdades en la tasa de graduación en la educación media superior.
Son niños y niñas de familias de mayores ingresos quienes tienen una madre o un padre que le ponen más atención o que pueden ir a escuelas mejores, mientras que en los hogares de bajo ingreso hay factores adversos como los costos de transporte o material, incluso aspectos indirectos como las oportunidades laborales.
En este sentido las becas gubernamentales han demostrado escasa efectividad para la terminación de la educación media superior porque estaban mal focalizadas o los rezagos cognitivos no permiten aprovechar a beneficiarios aprovechar este recursos adicional.
En entrevista, el director para México, Colombia y Venezuela del Banco Mundial, Mark R. Thomas, defendió la relevancia de las intervenciones educativas en la primera infancia, que con los retos de pobreza e inclusión social que hay en estados como Oaxaca “se vuelven aún más importante”.
Son precisamente la precariedad en la que creció Alicia la que incidió para que en vez de atractiva materias como inglés se volvieran complicadas y la alejen de cualquier aspiración de estudiar.
Migrar a Valles Centrales y buscar trabajo como empleada doméstica o de dependienta en algún pequeño comercio, son las únicas opciones que Alicia tiene en su limitado espectro, a falta de la fascinación por el aprendizaje que no descubrió en las aulas.
