Unos de los efectos más graves y generalizados de vivir en una sociedad que sufre de una patología de la abundancia, son la frivolidad, la ligereza en el planteamiento de los problemas más serios de la vida y la superficialidad que invade casi todo, afirmó el obispo de la Prelatura Mixe de María Auxiliadora, Salvador Murguía Villalobos.
En una exhortación, el mitrado sostuvo que el cultivo de lo frívolo se traduce a menudo en incoherencias fácilmente detectables, porque las personas satisfechas no desean nada nuevo.
“No quieren cambiar el mundo. El presente les satisface y basta. No se rebelan frente a las injusticias, sufrimientos y absurdos del mundo presente. En realidad el mundo es para ellos el cielo, que a toda costa deben mantener. Pueden permitirse el lujo de no esperar nada mejor”, añadió.
Expuso que muchos descuidan la educación ética o eliminan los fundamentos de la moral y después se extrañan por la corrupción de la vida pública.
“Se invita a la ganancia del dinero fácil y luego nos lamentamos de que se produzcan fraudes y negocios sucios. Se educa a los hijos en la búsqueda egoísta de su propio interés, y más tarde nos sorprende que se desentiendan de sus padres ancianos”, agregó.
Incluso, observó que cada uno se dedica a lo suyo, ignorando a quién no le sirva para su interés o placer inmediato, pero después se extrañan de sentirse terriblemente solos.
“Se trivializan las relaciones extramatrimoniales y al mismo tiempo nos irritamos ante el sufrimiento inevitable de los fracasos y rupturas de los matrimonios”, anotó.
Además, subrayó que muchos se alarman ante esa plaga moderna de la depresión, pero siguen fomentando un estilo de vida agitado, superficial y vacío.
De esta manera, dijo que quienes despierten, reaccionen con vigor y aprendan a vivir de manera más lúcida podrán liberarse de la frivolidad.
“La llamada de Jesús en el Evangelio es a vivir vigilantes, a reflexionar al fondo del sentido de la vida, despertando de tanta frivolidad y asumiendo la vida de manera responsable”, terminó.
