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Día de muertos en la Villa de Mitla: un petate al pie de los altares

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Foto(s): Emilio Morales Pacheco
Nadia Altamirano Díaz

SAN PABLO VILLA DE MITLA, OAXACA.- Sin bombos ni platillos, pero sí con el estruendoso tronar de cohetones y el aromático copal es como en este municipio -cuyo nombre en náhuatl significa lugar de los muertos- las familias demuestran su alegría de poder recibir la visita de sus difuntos, fieles a una cita que sólo pueden cumplir una vez al año.

Además del arco con caña al pie de la mesa, la fotografía del familiar a quien se espera, fruta, pan de yema, bollos decorados con pasta blanca, chocolate espumoso, mezcal, caldo con carne de guajolote, mole, imágenes religiosas, flores y velas de cera, el altar no está completo si en el suelo no se coloca un petate.

Epifanio Luis Pérez, quien es el cronista de este municipio que se ubica a 40 kilómetros de la Ciudad de Oaxaca, sabe bien que la tradición obliga a colocar un petate para facilitar el reposo de quienes por 24 horas abandonan el Mictlán, como los mexicas llamaban al lugar del descanso eterno para las almas.

“Es una tradición muy arraigada de nuestros ancestros”, expresa un hombre de 68 años mientras coloca el petate en el que está seguro descansará el alma de su madre, quien falleció en el 2009 a los 92 años.

Su creencia, como la de más de 13 mil habitantes de un municipio que cuenta con una de las zonas arqueológicas más importantes en Oaxaca, es que tras llenarse con el aroma de las ofrendas en el altar, cada difunto tome un tiempo para descansar y prepararse para el viaje de retorno al Mictlán.

El recibimiento de uno o más familiares que fallecieron empezó a las 12:00 horas de ayer, porque desde la antigüedad saben que llegan cada 1 de noviembre y hacer el mayor ruido posible es una forma de externar la alegría de un encuentro que sólo se puede mirar con el corazón.

Mientras en la calle todo es estruendo porque los pobladores, en su mayoría hombres jóvenes y adultos, queman en las calles gramos de pólvora envueltos en papel, Yesica prefiere usar el fuego, pero para quemar el copal, como se le conoce a la resina que se obtiene de algunos árboles.

Ese olor que hace al cerebro recordar que la magia de un encuentro entre vivos y muertos, es para Yesica una tradición que tiene lugar gracias a un incensario de barro que se coloca al pie del altar de muertos.

“Es una costumbre que no debe de faltar en casa para quemar un poco de copal”, expresa antes de que el estallido de pequeños cohetones acabe para permitir que el silencio habitual vuelva, pero con el sentir ceremonioso de saber que las almas han llegado para disfrutar de la comida, bebida y el descanso que han preparado sus familiares.

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