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Día de los fieles difuntos: panteón de Oaxaca se pinta de colores

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Foto(s): Emilio Morales Pacheco
Citlalli López Velázquez

Los panteones se visten de fiesta, se perfuman con el aroma a cempasúchil y cuando va cayendo la noche cantan a coro “Amor eterno”.

Se trata de las veladas, una convivencia entre los vivos y quienes duermen eternamente.

“Esta es la ofrenda a un recuerdo en honor a ellos. Físicamente ya no están, pero viven siempre en nuestro corazón. Los recuerdos de ellos y la convivencia viven en nosotros hasta que nos toque irnos con el padre, volvamos a retornar a él. Aquí siguen los recuerdos y esa vivencia feliz”, explica María Elena Ruiz al tiempo que va limpiando el sepulcro de sus familiares José Pánfilo Jiménez y Gumaro Arturo Sumano Jiménez en el panteón ExMarquesado, uno de los cuatro ubicados en la capital de Oaxaca.

En su familia la tradición marca acudir la mañana del 1 de noviembre a limpiar las tumbas, llegado el 2 de noviembre realizan lo que ellos llaman enflorar que no es más que la colocación de flores a manera de tapete. Ahí mismo realizan jaculatorias u oraciones para el descanso eterno. “Nos damos un tiempecito para tomar un refresquito y luego nos vamos a la casa para recibir a nuestros demás familiares que llegan a convivir con nosotros”.

La velada en los panteones inicia desde el 31 de octubre a la espera de las almas de niñas y niños, la celebración se prolonga el 1 de noviembre para recibir a los difuntos adultos. En la entidad, son muchos los panteones que lo realizan, pero los más tradicionales en los Valles Centrales son los de Santa Cruz Xoxocotlán y Santa María Atzompa. Este año el de Xochimilco también abrió sus puertas para que la población pudiera convivir con sus muertos, aunque no toda la noche.

Así, la oscuridad es irrumpida con las veladoras bailoteando al compás del viento. Las tumbas perfectamente adornadas con borla y cempasúchil se convierten en el punto de reunión de las familias quienes entonan canciones, rezan, rememoran anécdotas y las características que tenían sus difuntos antes de partir al más allá.

La convivencia se acompaña con traguitos de mezcal o cerveza, hay quienes llevan música viva y cantan las letras que en vida disfrutaron los difuntos. En el ambiente la nostalgia y la alegría se fusionan y más de uno derrama lágrimas.

La peculiaridad de esta fiesta es tal que resulta un atractivo importante para el turismo que por ese momento se funden en las usanzas de un pueblo oaxaqueño cálido.

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