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Carlos y Edgar, hermanos migrantes que murieron juntos en el desierto

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Foto(s): Cortesía
Citlalli López Velázquez

Una llamada telefónica fue lo último que Facundo Mendoza recibió sobre sus hijos.

El coyote contratado para cruzarlos en el desierto le informaba que los había abandonado.

Carlos Enrique de 23 años de edad no aguantó la caminata y Edgar de 37, su hermano, decidió no dejarlo solo. Murieron abrazados.

Lo que inició como el sueño americano para los hermanos originarios de Tuxtepec, Oaxaca, terminó en pesadilla.

Fueron abandonados en el desierto de Arizona en donde fallecieron de hipotermia y deshidratación.

La patrulla fronteriza los halló tras dos meses desaparecidos.

“Uno tenía tres meses sin trabajo, el otro un poquito más. Ellos eran padres de familia, no tenía el sustento aquí. Un día me dijo el mayor: me quiero ir a Estados Unidos a buscar un mejor futuro para mis hijos. No lo esperaba”, relata don Facundo con la voz atada a la tragedia.

Ellos le pidieron ayuda para poder conseguir el dinero y pagar a quien los cruzaría. Facundo, quien también fue migrante, no tenía los recursos así que consiguieron prestado.

Antes de partir de Oaxaca, Facundo los concientizó sobre el riesgo que corrían al intentar pasar por el desierto.

“Tienen que ser muy fuertes, echarle muchas ganas cuando estén en el desierto porque es feo, es muy triste, yo ya lo pasé, así que, en buena hora, si se van a ir los voy a apoyar con lo que más pueda. Así pasó y llorando porque al final de cuentas no querían dejar a su familia. Para eso ya teníamos un cierto dinero de por medio con el coyote, esa fue la desgracia, esa fue la forma de perder a mis hijos por falta de trabajo y empleo”.

Buscaban un mejor futuro para su familia 

Carlos tenía dos hijos uno de siete y otro de tres años, además estaba a la espera de un tercero; su esposa esta embarazada.

Edgar tenía cuatro hijos, la mayor de 14 años, de ahí de 11, 9 y el más pequeño de un año de edad.

Los jóvenes partieron de Sonorita el 3 de junio. Un día antes Edgar le llamó a su padre para avisarle que el 1 de agosto los habían detenido y que volverían a intentar cruzar.

“Se despidió de mí como entre 10 y 11 de la mañana el 3 de agosto. Me dijo: papá, nos vamos a las 3 de la tarde quiero que estés al tanto de cualquier llamada de nosotros por si algo sucede en el camino. Nunca volví a escuchar sonar su teléfono”, recuerda.

Transcurridas las horas comenzó a preocuparse así que intentó ponerse en contacto con ellos. No tuvo éxito.

Durante los siguientes días marcó insistentemente al número del coyote, pero no le tomó la llamada hasta después de ocho días que el mismo coyote le marcó. La noticia fue fatal.

En esa llamada le informó que los había abandonado. Carlos se deshidratado y no pudo seguir. Edgar no quiso dejar a su hermano.

El coyote le indicó que los abandonó en una brecha muy difícil y que diera aviso a las autoridades para poder localizarlos.

“La ley de la vida es así es en el desierto, si te quedas te quedas y el grupo sigue”, fueron las palabras que recibió don Facundo.

En ese momento se dio a la tarea de buscar los números telefónicos, dio toda la información que pudo y después de un mes le pidieron la media filiación.

El 8 de agosto fueron encontrados en estado avanzado de descomposición.

“Nosotros somos de bajos recursos, yo estoy en Veracruz trabajando para poder sacar unos centavitos y viajar allá de donde somos originarios”.

Facundo y su familia solicitaron a las autoridades estatales y federales las facilidades para trasladar lo más rápido posible a Carlos y Edgar a su lugar de origen.

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