Pasar al contenido principal
x

Adopción infantil en Oaxaca, un noble acto de amor

Foto(s): Cortesía
Ana Lilia Pacheco

Cuando Itcia tenía 15 días de nacida, su tío Juan José fue a visitar su casa y la vio, en sus palabras, “en condiciones deplorables”, por lo que decidió llevársela con él y convertirse en su papá.

Claudia Lorena Itcia Rosales Bernal comparte que su papá siempre le ha recordado que tiene dos papás y dos mamás, además de la decisión que tomó de cuidarla como hija siendo padre soltero.

Itcia afirma que la adopción es una buena acción y un acto de amor, pues su abuelo siempre se lo recordaba.

“Mi abuelo siempre me decía: Juan te quiere más que a una hija, porque a pesar de que no lo eres, ha hecho todo por ti”.

Ella sabe que tiene otras dos hermanas biológicas y una de su familia adoptiva, quien incluso le “prestó” su segundo nombre para nombrarla, lo cual también considera un acto de amor.

A pesar de lo que le había contado su papá de la decisión tomada para adoptarla, ella siempre tuvo dudas del porqué sus padres la dejaron irse y sobre cómo eran físicamente y de actitud, pero todo lo fue resolviendo con los años.

 

Empatía hacia su mamá

En 2020, Itcia se acercó a su mamá biológica para conocerla más a fondo y al ver su situación, entendió muchas de las preguntas que se hizo durante su niñez y adolescencia.

Relata que su mamá vive en el corazón del barrio de Tepito en la Ciudad de México, donde cuida a su primera hermana, quien tiene discapacidad intelectual y dedica al cien por ciento su atención e ingresos.

“Yo vi cómo vivía y empaticé con ella como mujer. El señor que es mi papá biológico la abandonó y ella iba a tener que hacerse cargo de tres hijas e iba a ser imposible porque él nunca le mandó dinero ni nada”, comparte.

Menciona que su mamá actualmente sólo cría a su hermana mayor, mientras que la segunda vive con su abuela y ella, con Juan José, hermano de su papá biológico.

Agrega que al ver la situación en la que vive su mamá y las que le relató su papá Juan José, ella asegura que si él no hubiera tenido la decisión de adoptarla, quizá iba a morir.

“Cuando comencé a convivir con ella, vi la situación y ya no tuve resentimiento de que me dejara, sino que entendí todo”, afirma.

Crianza colectiva

Itcia menciona que a los 7 años sus papás se divorciaron, por lo que ella creció con su papá y su mamá se llevó a su hermana Lorena; no obstante, estuvo rodeada de muchas mujeres que ayudaron en su crianza.

“Mucha gente se involucró en el camino de mi crianza. Por ejemplo, había una maestra que todos los días me peinaba porque mi papá no sabía o en la secundaria mi amiga me llevaba a comer a su casa; su mamá me decía que llevara tuppers y me quedara a dormir”, recuerda.

También en la universidad hubo una profesora que la cobijó e incluso ofreció trabajo para ayudarla, por lo que asegura que a través de  esos granitos de arena, ella tuvo muchas mamás que la refugiaron.

Itcia recuerda que su papá fue el que la registró desde que la llevó a vivir con ella; no obstante, antes de que entrara al Jardín de Niños, le cedieron legalmente la patria potestad para que pudiera ser su tutor.

Ella relata que cuando era pequeña siempre vivió triste de que fuera adoptada, sentimiento que cambió a coraje, problemas de identidad por no parecerse a su papá, pero al llegar a la adultez, todos esos sentimientos cambiaron a empatía.

Menciona que siempre quiso conocer a sus papás sólo para saber si tienen alguna enfermedad que pudieran heredarle o para saber si ciertas facciones es por ellos, lo que ha confirmado con el tiempo; sin embargo, para ella, el mejor papá siempre será Juan José.

Noticias ¡Cerca de ti!

Conoce los servicios publicitarios que impulsarán tu marca a otro nivel.