Perla Muñoz
Leer es abrir senderos en medio del bosque, adentrarse en un silencio salvaje en donde las palabras son murmullos, revuelos al alma. La lectura es esa “inquieta compañía” que desadormece la ternura. Leer con los “otros”, prestar nuestras voces, hacerla más fuerte, es abrir grietas entre estos muros que se alzan entre nosotros. La poesía, la que pervive y resiste dentro de cada uno, nos revela otros caminos hacia ese hogar en donde caben todas nuestras voces y sueños.
“Pájaros en el alambre” es el nombre de un círculo de lectura de la BS Ferrocarril, donde jóvenes, que van desde los 18 hasta los 30, compartimos similares manías y vicios: el café y la literatura. Allí, en ese rincón del mundo, tejemos la amistad, la confianza, la solidaridad. Hacemos una casa con los silencios necesarios para encontrarnos con las ideas y con nosotros mismos. El texto es un pretexto para hablar sobre experiencias, recuerdos: la vida. Así, vamos subrayando, a veces transcribiendo las cuestiones existenciales de los personajes de cada novela leída. Pienso en la joven y sabia Mary de la novela Del color de la leche, de Nell Leyshon: “¿Qué soñaría yo si pudiera soñar algo y que se convirtiera en realidad?”
A partir de esta pregunta empezó a surgir la escritura. No de quienes ambicionan lo rimbombante, sino la escritura desde lo sincero, esa escritura que nace desde una búsqueda, un vuelo:
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Mi nombre es June. En mi niñez pienso en una serie de claro oscuros constantes. Imágenes de desesperación del primer encuentro con lo desconocido y luego esos momentos cálidos y brillantes en mi casa, en las tardes cuando el sol ya no era tan fuerte y el aire y los árboles bailaban. El contraste del olor a alcohol del hospital y de la música de la guitarra de mi papá, de la risa de mi hermana y de mi mamá, de las resurrecciones fugaces que trae el volver al hogar después de las batallas contra la oscuridad, para recuperar fuerzas.
Hoy después de tantos años puedo decir que esos momentos de paz, son los que tienen más nitidez y son los mismos que me rescatan hoy cuando la vida se vuelve muy densa y me siento como un pez pequeño que anda por un río muy fuerte.
Si pudiera soñar algo que se volviera real sería un mundo en donde la cotidianidad no fuera acto de resistencia y supervivencia. Soñaría con el viento rozando mi cara mientras corro, con poder volver a andar en bicicleta y poder ver, lo brillante del mundo, así como tú lo ves.”
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Mi nombre es Martha Isabel, cada nombre es herencia de mis abuelas, nací en la ciudad de Oaxaca en el año 1993.
Soy de piel morena como la tierra húmeda. Soy de ojos grandes, de boca y dientes grandes. Soy de nariz mediana y algo ganchuda que me aporta ese rasgo exquisito a mi belleza original. Tengo mejillas regordetas y soy de cabellera rizada que simula las olas de un mar en el atardecer.
De niña soñaba con algo que no sabía qué era. Ahora sé que soñaba con conocer el “amor". Y a mis 29 años puedo decir que agradezco cada decisión que tomé porque hoy disfruto de la dicha de compartir el amor con dos espléndidos seres humanos: mis hijas.
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Mi nombre es Nairobi. Todo empieza con una niña y un mueble. El mueble de mi casa que estaba lleno de libros, muchos de ellos eran tan complejos que no los entendía y no me daban ganas ni de verlos. Así fue el primer encuentro.
Segundo encuentro: es como cuando hay un destello de luz en mucha oscuridad, de repente todo se ilumina. Por fin había encontrado un libro para mí, y tal vez desde ese día gesticulo tanto cuando leo, cuando me expreso, porque la luz toca hasta cada rincón de mi ser.
De esta forma es que los libros han estado para mí en los momentos buenos y en los que no lo son. Por ello, si pudiera soñar algo y que se convirtiera en realidad, ¿qué soñaría?
Cuando las personas se sintieran tristes pudieran encontrar en un libro la historia que los hace sentir escuchados. Desearía que la escritura fuera su método de sanación. Me encantaría que a través de la lectura muchas personas se conocieran, aprendieran y fueran buenos amigos.
Pájaros en el alambre. 2023
