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'Una Constitución, ¡hágame el favor!'

Foto(s): Cortesía
Agencia Reforma

CIUDAD DE MÉXICO.- En 1989, cuando ingresó al Colegio Nacional, Teodoro González de León enumeró los elementos que determinan una ciudad: el azar, el diseño, el tiempo y la memoria. El azar no tiene dueño. Pero González de León ha dejado huella en la Ciudad de México con sus diseños arquitectónicos, que desafían el tiempo y forman parte de la memoria capitalina.
González de León cumple hoy 90 años de edad. Con más de 70 dedicado a la arquitectura, es testigo y partícipe de la transformación de la capital mexicana.
Comenzó a hacer arquitectura en la mitad del siglo XX, cuando en la Ciudad de México había sólo 3 millones de habitantes. Participó en el crecimiento de una urbe principalmente con edificios emblemáticos de obra pública, como el del Infonavit en la colonia Guadalupe Inn, o el del Fondo de Cultura Económica en el Camino al Ajusco. Le tocó un periodo en el que, para la realización de vivienda dentro de la ciudad, eran requeridos los servicios de grandes despachos arquitectónicos. Diseñó unidades habitacionales como las Torres de Mixcoac o la unidad habitacional La Patera, en la Gustavo A. Madero.
Hoy en día, González de León continúa trabajando, pero su ciudad tiene 8.8 millones de pobladores y se ha conectado a otras entidades hasta conformar una megalópolis de más de 22 millones de habitantes. La política de vivienda ya es otra. En las últimas décadas, las nuevas construcciones se han ido hacia la periferia.
Por eso, en entrevista, el arquitecto señala que uno de los pendientes que tiene la urbe desde hace décadas es una política urbana que redensifique zonas deshabitadas del territorio para usarlo como vivienda. Otro gran pendiente, apunta, es un sistema de transporte colectivo eficiente.
"Tras dos décadas de esa política de desarrollo urbano, el resultado es un desastre. Hay muchos conjuntos vacíos en el país que no sirven", dice.
La causa: la mala ubicación y haber priorizado el negocio inmobiliario.
"La política urbana debe pensar en tener todo lo más cerca posible y en que hagamos algo dentro de la qiudad. Debemos hacer algo con densidades mayores, no casitas. Ésa es la tarea, el reto", afirma.
En el tema de transporte, el arquitecto critica que el gobierno de Miguel Ángel Mancera haya parado la Línea 12 y la haya reabierto sin hacer un arreglo de fondo.
"La ciudad necesita transporte colectivo. Esta administración, por ejemplo, no ha hecho nada de transporte. No es posible que se juegue con el transporte por rivalidades políticas", advierte.
Para González de León, las condiciones geográficas de la metrópolis deberían determinar también sus políticas públicas, más allá del tema de la calidad del aire.
"La Ciudad debe ir hacia la construcción de una infraestructura de transporte colectivo 20 veces mayor. Ésa debe ser la meta. No estar pensando en una Constitución. Hágame el favor... No va a servir para la Ciudad. Lo que se necesita es coordinación regional para atender el tráfico, basura, agua, todo. Hay cuatro entidades y no sé cuántos municipios. Una Constitución exclusiva para la capital tendría sentido en los años 40, cuando estaba contenido Distrito Federal. Algo que va a operar sólo para las 16 delegaciones se me hace idiota", subraya.
* * *
Tres semanas antes de cumplir 90 años de edad, el arquitecto Teodoro González de León llega elegante a su despacho. Viste un traje claro, con un foulard bicolor que pende de su cuello. Camisa y zapatos oscuros. El autor de edificios como el de El Colegio de México o el Museo Universitario de Arte Contemporáneo habla despacio y de forma elocuente. Saluda con una sonrisa ligera.
Se sienta a un lado de su escritorio, en una esquina, desde donde es posible ver algunas de las herramientas que usa para diseñar, pintar o esculpir: plumines, tijeras, hojas blancas con garabatos y borradores, lápices de colores de madera.
El espacio también contiene algunos de los resultados de su trabajo, como la reproducción en miniatura de una escultura sin nombre que es exhibida en estos días en el Museo Tamayo, o trípticos que retratan sus manos o su mirada.
Los gobiernos federal y local realizan varias actividades en su honor: dos exposiciones, una serie de mesas redondas para discutir su legado, la publicación de una ruta de los lugares con sus diseños a nivel nacional y la actualización de un libro con su obra reunida.
Todos eso le abruma un poco. Por eso, previo a la fecha de su cumpleaños, viajará con su esposa a Europa.
La oficina donde platica fue una casa construida por José González Reyna (un arquitecto mexicano de su generación fallecido en 1969), que poco a poco ha ido acondicionando como un espacio propio.
La presencia de su obra es evidente. Un cuadro reúne varias de sus pinturas utilizadas para ilustrar las portadas de libros de texto gratuitos. Sobre una repisa, a su espalda, conserva dos "embriones" de esculturas en amarillo y rojo que no cuajaron.
A un lado, hay una impresión de una acuarela que hizo de la Torre Manacar, un edificio de 30 niveles y 13 sótanos, que generó oposición entre vecinos de la zona por haberse iniciado sin el trámite de impacto urbano. También trabaja en la construcción de dos torres en Santa Fe y tres en Guadalajara, y en la adaptación del departamento de un amigo, que le resulta un reto en particular.
Días atrás, terminó la remodelación de la biblioteca de El Colegio de México, que construyó hace 40 años.
Aunque la lista de obras de González de León es larga, cada que se encuentra inmerso en sus proyectos siente que no terminará ni a tiempo ni en la forma que se lo propuso. Pero siempre lo logra.
"Cuando me doy cuenta, ya salió, y estoy elaborando algo de nuevo. El proceso creativo es siempre angustioso, cuando sale la idea y se desarrolla. También es angustioso ajustarla al clima, al sol, la gente, al programa de desarrollo urbano, al lugar. Pero hay que seguir, seguir, seguir...", explica.
Así lo ha hecho desde 1953, cuando terminó su primera obra completa: la casa Catán en Bosques de las Lomas, que ya no existe.
A partir de ese año, algunas de las obras que realizó junto con Abraham Zabludovsky se convirtieron en símbolos: el Museo Rufino Tamayo, la Universidad Pedagógica Nacional, la remodelación del Auditorio Nacional, El Colegio de México y el Infonavit.
De forma individual, diseñó la sede del Fondo de Cultura Económica, el Museo de Sitio en Tajín, la Escuela Superior de Música del Centro Nacional de las Artes, el Centro Cultural Bella Época, el Conjunto Urbano Reforma 222, entre otros.
González de León comenzó a trabajar desde sus primeros años en la Academia de San Carlos. No existe antecedente de arquitectos en su familia, pero nunca tuvo problemas vocacionales.
No encuentra una definición de arquitectura, más que la aproximación poética de su maestro Le Corbusier, que cita de memoria: "El juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes reunidos bajo la luz". Sin embargo, cuando se le pregunta para qué sirve la arquitectura a la gente, responde enfático:
"Usted está diciendo un pleonasmo. Es donde vive. Simplemente. Donde trabaja. Es todo. La gente no es consciente de la arquitectura, del espacio. Es importante que la gente se dé cuenta que el espacio en que vive puede ser su biografía".
¿Y dónde está la biografía de Teodoro González de León? Muy probablemente en el taller ubicado dentro de su casa, diseñada por él mismo y en la que construyó también una piscina con cálculos milimétricos (14.2857 metros de longitud), para que con cada siete vueltas sume 100 metros. Cada mañana, complementa su rutina de natación con casi una hora de ejercicios de calistenia.
La maqueta de esa casa, el espacio que eligió para construir su biografía, está incluida en la exposición montada en el Museo de la Ciudad de México por sus 90 años, con 50 piezas más.
"Tengo que entrenar mi cuerpo, flexibilizarlo para poder trabajar. Debe estar bien, sin dolor ni enfermedades, para estar bien en la creación. Es mi tarea, mi forma de vida. Se necesita un instrumento sano", dice.
Cuando González de León no hace arquitectura, en el taller de su casa pinta, dibuja o esculpe. Lee ensayos históricos de diversos autores o novelas de algunos de sus escritores favoritos, como los franceses Patrick Modiano o Michel Houellebecq.
También ahí, escucha música de Karlheinz Stockhausen, György Ligeti, el recién fallecido Pierre Boulez o una compositora finlandesa que le parece "notabilísima": Kaija Saariaho.
Durante toda la entrevista, González de León sonríe. Pero cuando se le pide que lo haga frente a la cámara, se rehúsa.
"No me gusta sonreír en las fotografías. Es algo muy gringo. La vida es seria". Dice y suelta una ligera carcajada.

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