Por Isela Sedano
Siempre sonriente y amable, Yolanda me comentó la importancia de que exista gente que ame sus tradiciones y que trate de superarse a través de ellas y de su pintura; ella lo hace activamente difundiendo las maravillas de nuestra tierra y de nuestra gente. Se ha abierto camino gracias a su talento y tocando puertas para que conozcan su arte.
Al entrevistarla, sus ojos se iluminan para contarnos: “Nací en un punto territorial donde la mitología me mira cada vez que me despierto. Se llama Mirador Santa Cecilia, ranchería perteneciente al municipio de San José del Progreso, distrito de Ocotlán.
"Desde muy niña ya tenía el gusto por el dibujo y el color, teniendo como aliados una libreta y lápices de colores. Así mismo, me entusiasmaban los hilos que guardaba mi madre para sus bordados de servilletas o vestidos regionales. Fácilmente y gustosa, aprendí también el oficio artesanal.
"Algunas veces, mientras cuidaba chivos y vacas en el campo, juntaba flores que posteriormente ponía a secar en algún libro. De igual forma coleccionaba piedritas de colores que usaba como gises, plasmando ideas en otras rocas grandes y planas.
"Desde los quince años salí a trabajar a la ciudad pretendiendo ingresar a alguna escuela de arte, no teniendo la posibilidad hasta cumplir la mayoría de edad; siendo persistente en mi objetivo, me acerqué a la escuela de Bellas Artes, con la intención de ser bailarina, ya que también la danza me atraía en aquel momento. Curiosamente, solo había espacio para el taller de pintura libre, donde acepté probar muy gustosa y llena de emoción.
"Esa etapa fue significativa y provechosa, conocer personas afines y con sueños similares a los míos; de otras regiones, estados e incluso otros países, me dio oportunidad de desarrollarme en la plástica. El asistir a centros culturales, eventos, exposiciones, presentaciones de libros, conciertos y visitar bibliotecas me abrían un abanico de posibilidades para completar mi formación. Al terminar la instructoría en artes plásticas, regreso a mi comunidad con una visión distinta de las cosas y de la vida. Lo primero que hice, fue visitar la exhacienda de mi municipio que tiene una historia ligada a la agricultura y minería de antaño.
"Mi padre me ha contado sobre lo que se vivió en esos tiempos cuando era habitada por los hacendados y del trabajo minero que realizaba mi abuelo. El destino me llevó a trabajar en una empresa minera en el área comunitaria como promotora e instructora de artes plásticas por algún tiempo, la experiencia me fortaleció y finalmente me decidí por desarrollar el aspecto creativo descubriendo también que arte y minería han estado de la mano a lo largo de la historia de la humanidad.
"Los elementos hacen su correspondiente misión; el sol y la luna acompañan el ritmo de la vida en la tierra.
"Retorné luego a recolectar los colores que florecen por la luz solar; las plantas me regalan sus propiedades nutritivas, medicinales y tintóreas; extraer formas y tintes de ellas se ha convertido en mi pasión; para lograr la estabilidad es necesario incorporar al mundo mineral, convertir lo orgánico en inorgánico; algo místico sucede mediante el proceso de mezclar los opuestos complementarios; la alquimia de transformar flores, hojas o insectos en roca me emociona y me motiva a continuar investigando sobre el tema. Algo que nuestros ancestros sabían hacer a la perfección.
"Los procesos de vida nos transforman en almas elevadas.
"Esta forma de capturar lo efímero y perpetuarlo se ha convertido en una misión; cada dibujo con grafito o carboncillo, utilizar el agua o cera de abeja como aglutinante y mezclarlos con añil, rana cochinilla, cempasúchil y otras plantas con vibración propia, me sumerge en un ritual al momento de plasmar una idea.
"Lo que hace interesante el camino, es el proceso creativo, mismo que toma un ser, lo moldea y lo convierte en ser original”, asegura Yolanda.
