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Sor Juana: la escritora de las varias caras 

monja
Foto(s): Cortesía
Agencia Reforma

La figura misteriosa y seductora de Sor Juana Inés de la Cruz, la máxima poeta novohispana, ha sido motivo de estudios durante más de tres siglos, pero aún hay varios misterios sobre su vida.

Hay una abundante cantidad de estudios, biografías y hasta ficciones sobre su vida y obra, así como de todos los cruces posibles que hay de estas y los claroscuros con los que el lector se encuentra al estudiarla: por ejemplo algunos biógrafos señalan que nació en un 12 de noviembre de 1648 y otros que ese mismo día, pero en 1651.

Desde el padre jesuita Diego Calleja, en 1700, hasta el psicoanalista alemán Ludwing Pfandl, pasando por poetas como Gabriela Mistral y el mismísimo Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura en 1990, se han desgranado en intentar dilucidar el misterio de la poeta nacida en Nepantla, tras la desaparición de la gran mayoría de sus papeles personales y su correspondencia.

Lo que tienen los biógrafos es poco, y buena parte de ellos se han enfocado específicamente en su literatura, sobre todo a su poesía. Sin embargo, hay una parte de su vida que, si bien no quedó en secreto, es poco comentada: sus otras pasiones y habilidades que la hicieron célebre en su tiempo.

Dama del Virreinato

Desde mediados del siglo 18 y hasta finales del 19, el nombre y la obra de Sor Juana se mantuvieron en el olvido. Según Octavio Paz en "Sor Juana" o "Las Trampas de la Fe" (1982), entre las pérdidas más importantes de su archivo se encuentran la Oración Fúnebre de Carlos de Sigüenza y Góngora y otros manuscritos, como un tratado de moral, una pieza de teatro y otros papeles, como su correspondencia.

Según el Padre Calleja, la joven niña Juana Inés fue enviada a la capital de México a los ocho años a que viviera con un abuelo suyo que murió poco antes de que arribara, por lo que tuvo que irse a vivir con unos tíos que a los pocos años la ayudaron a introducirse en la Corte virreinal, donde estaría más de una década.

Así, a los 16 años, fue dama de honor en la corte de la virreina doña Leonor Carreto, marquesa de Mancera. "Es indudable que los dones intelectuales de Juana Inés impresionaron a la virreina, no menos vivamente que su belleza", relata Octavio Paz.

"La relación que unió a estas dos mujeres, teñida de mutua admiración, fue una de esas amistades espirituales. Amistad impregnada -al menos en sus expresiones escritas- por un exaltado platonismo, mezclado a homenajes de rendida cortesía. Alianza extraña para nosotros, pero frecuente en esa época, entre los sentimientos de real gratitud que debió sentir Juana Inés y la afinidad sentimental y espiritual, no menos real, que unía a las dos mujeres".

La escritora vivió en la Corte hasta sus 21 años, antes de tomar los votos religiosos. Compartió con la alta sociedad mexicana de su tiempo y destacó por su carisma y su intelecto.

En esta época destaca un episodio que describe el biógrafo Calleja, escuchado de voz del Marqués de Mancera años después de haber dejado México. Contó que en su palacio en México, para probar el intelecto y los conocimientos de Juana Inés, citó a casi 40 hombres del pensamiento, teólogos, historiadores, poetas y humanistas para que le hicieran preguntas a la doncella sabia... y las contestó todas.

Administradora

Hay muchas dudas de por qué en un momento de mucho reconocimiento social y de su inteligencia, Juana Inés decide entrar a la vocación religiosa.

Los estudiosos se dividen en este sentido: algunos afirman que en ese tiempo entrar al mundo del convento constituía una especie de carrera, una de las pocas que podía significar una forma económica de sostener la vida -además de la Corte virreinal-, aceptada para las mujeres de la época; otros afirman que fue porque era el único espacio en el que podía dedicarse a cultivar el conocimiento.

Lo cierto es que en 1669 Juana Inés se internó en el Convento de San Jerónimo, en lo que hoy es la Ciudad de México.

Aunque parte de los votos de la orden de las Carmelitas tiene que ver con la austeridad, varios historiadores cuentan que las reglas eclesiásticas de ese entonces, en cuanto a la posesión de vienes de las religiosas, eran más bien laxas y Sor Juana recibía regalos caros de las virreinas del tiempo y conservaba algunas joyas.

Dicen que su celda en el convento además contaba con una amplia biblioteca y vivía con una esclava mulata de su propiedad, apenas cuatro años menor que ella, Juana de San José, cuya madre le había donado al tomar los hábitos y a quien revendió en 1683 a su hermana Josefa.

En esa época se dio a conocer sobre todo por su capacidad de administrar y conciliar. 

Fue administradora del Convento de San Jerónimo de las hijas de Santa Paula, en el que vivió y fue reelegida como tesorera por sus compañeras varias veces.

En numerosas ocasiones, sus regalos y escritos fueron una especie de labor diplomática entre el Convento y los virreyes de México. Esta influencia con los poderes de la época la puso en un espacio privilegiado en el claustro.

Biógrafos como Paz señalan que su relación desde 1680 con la condesa de Paredes, María Luisa Manrique de Lara, fue de amor, por las innumerables cartas, regalos y halagos que compartieron. Incluso se sabe que la condesa influyó para que algunas de las obras de Sor Juana se publicaran en su tiempo en España.

La cocina

En la Respuesta a sor Filotea de la Cruz, una de las obras más reconocidas de la autora y donde se finca su reclamo por la educación y la curiosidad que le valieron amenazas de censura e Inquisición, Sor Juana habla de cocina y de huevos fritos. No es extraña su relación con la comida.

Se sabe que ella estuvo detrás de la realización de un recetario manuscrito que no vio la luz hasta el siglo 20, con 36 recetas tradicionales del Claustro de San Jerónimo.

Este manuscrito cuenta con un soneto que lo antecede a manera de introducción y el autógrafo final es de Sor Juana Inés de la Cruz.

El documento, en propiedad de Joaquín Cortina, fue sometido a las pruebas pertinentes para conocer su autenticidad y se descubrió que el papel era del siglo 17: se acreditó que era una copia del que de puño y letra escribiera Juana Inés.

Ana Benítez Muro, experta en gastronomía novohispana, y la escritora mexicana Mónica Lavín publicaron un libro en el año 2000 a partir de ese documento, Sor Juana en la Cocina.

"Con metate y mortero, molcajete y batidor, se creó el mosaico colorido y dulce, acompañado del asombro por la química de los procesos y la búsqueda de formas, colores y sabores", dice Lavín en el libro publicado por Random House.

Este recetario comparte platos como el arroz con leche, guisados con carne de res, dulces de leche, de piña, de camote con almendras, betabel y calabacitas, por mencionar solo algunas de las preparaciones documentadas.

La ciencia

Gracias a que Sor Juana ya era conocida y tenía el respeto de algunos miembros de la sociedad, durante su estancia en el convento se le permitió convivir y recibir visitas de escritores y pensadores religiosos, así como amigos que formaban parte de la corte virreinal.

La religiosa tenía en su biblioteca libros sobre ciencia, filosofía, artes y varios instrumentos científicos, siendo aficionada a las matemáticas y a la astronomía; se dice que incluso en su celda realizaba experimentos.

Aunque esto es ampliamente compartido por buena parte de los documentos biográficos que existen sobre Sor Juana, lo cierto es que no se sabe con exactitud y no se ha documentado qué tipo de experimentos realizaba la escritora y con qué propósito.

Su amor por el conocimiento y su voluntad curiosa no son un secreto para nadie. Finalmente, se sabe que gracias a las presiones del clero y las denuncias de su amor por el conocimiento, Sor Juana dejó de escribir.

El 17 de abril de 1695, días después de ratificar sus votos como religiosa, murió a las tres de la mañana víctima de la epidemia de tifus que azotó a México en la época. Tenía 43 años de edad.

La criolla

La poeta y religiosa Sor Juana Inés de la Cruz nació en San Miguel Nepantla, un pueblo a las faldas del volcán del Popocatépetl el 12 de noviembre de 1648 o 1651, en el Virreinato, criolla de abuelos de origen andaluz, de familia de clérigos, militares y hacendados, aunque fue abandonada por su padre y en buena parte de su vida adolescente y adulta sufrió la desventaja económica que podía traerle no provenir de una familia de apellido importante.

Su madre, Isabel Ramírez, manejó una hacienda en Panoayan desde la muerte de su padre, en 1655, hasta la suya en 1688, sin haber aprendido nunca a leer ni a escribir.

Luego fue sucedida por su hija, María, quien administró la hacienda hasta su muerte. Josefa, otra de las hermanas de Sor Juana, compró -según los historiadores- una hacienda cuando la abandonó su marido con un dinero que sor Juana consiguió al empeñar unas alhajas cuando ya se encontraba en el convento. La hacienda se encontraba en Chalco.

Sus habilidades diplomáticas y simpatía la llevaron a hacerse un espacio en la alta sociedad desde su adolescencia. Esta cualidad la hizo destacarse en la época por su inteligencia incluso y a publicar sus sonetos y obras en México y España.

 

La poeta y religiosa Sor Juana Inés de la Cruz nació en San Miguel Nepantla, un pueblo a las faldas del volcán del Popocatépetl, el 12 de noviembre de 1648 o 1651, en el Virreinato, criolla de abuelos de origen andaluz, de familia de clérigos, militares y hacendados, aunque fue abandonada por su padre y en buena parte de su vida adolescente y adulta sufrió la desventaja económica que podía traerle no provenir de una familia de apellido importante.

 

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