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La tiricia o de cómo curar la tristeza

libro
Foto(s): Cortesía
Redacción

Zeltzin Alfonso

Todo comienza en una fiesta. Alicia baila con su hija Mercedes en la pista y el sonido de la música contrasta con la tristeza que lleva consigo desde la infancia: una que ha pasado de generación en generación entre las mujeres de la familia y que avanza dentro de ellas como una enfermedad crónica. En la comunidad indígena donde viven, a este mal del alma se le conoce como tiricia.

El cortometraje "La tiricia o de cómo curar la tristeza" (2012) retrata la herida abierta que Ita, Justa y Alicia (abuela, madre e hija respectivamente) comparten, de la cual nadie habla y cuya cicatrización se muestra lejana, si no es que imposible. Sin embargo, este desconsuelo no es algo que se lleve en los genes; es el resultado del abuso sexual que padecieron cuando eran pequeñas, mismo que han callado, pero también cuya repetición han permitido a causa del miedo, llegando incluso a percibirlo como un hecho inevitable. Alicia está dispuesta a romper este ciclo de tristeza y de culpa para que no alcance a Mercedes.

En su ópera prima como directora, la actriz mixteca Ángeles Cruz explora el dolor que conlleva la violencia de género en un contexto que pocas veces es retratado en el cine. La sanación se lleva a cabo por medio de un ritual simbólico, en el que la corriente del río se lleva el trauma de las tres protagonistas en forma de flores blancas mientras son acompañadas por una música que las hace sonreír por primera vez en mucho tiempo.

En diez minutos, este corto refleja la impotencia de su creadora ante la normalización del abuso; también pone sobre la mesa la importancia del acompañamiento entre mujeres, en un mundo en el que la gran mayoría de ellas parece condenada a la tiricia.

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