La filosofía lúdica asalta la escena con Juan Villoro | NVI Noticias Pasar al contenido principal
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La filosofía lúdica asalta la escena con Juan Villoro

Foto(s): Cortesía
Aleyda Ríos

CIUDAD DE MÉXICO.- Para Juan Villoro, la literatura infantil es, sencillamente, la transformación cultural más importante que ha ocurrido en México en los últimos 50 años.

"Me refiero no solamente a los grandísimos escritores que tenemos, sino también a los editores, los cuentacuentos, los ilustradores, los libreros; todos los que han hecho posible que, hoy en día, tengamos libros asequibles para los niños mexicanos", reflexiona el escritor en entrevista. 

"En mi época esto era imposible", abunda. "No había, además, una cultura de darle cuentos infantiles a los niños. Mis padres eran universitarios, pero los libros que había en la casa eran muy aburridos para mí". 

Es por ello que, a la par de una carrera literaria bien cimentada para lectores adultos y su faceta como periodista, Villoro (Ciudad de México, 1956) se ha vuelto una de las voces más reconocibles de la narrativa infantil y juvenil en México.

La razón para escribir para este público es simple: "Se trata de los libros que me hubiera gustado leer en mi infancia", declara. 

Como parte de la gigantesca oferta cultural que existe para niños en la Ciudad de México, y a la cual él mismo abona, actualmente se encuentra en temporada la obra de teatro, a partir de su libro homónimo, El hámster del presidente, adaptada por Saúl Enríquez.

Y también acaba de publicar El Profesor Zíper y las palabras perdidas (FCE), la cuarta aventura del estrafalario científico bienhechor que el autor reconoce como una suerte de alter ego.

Ambas historias comparten una idea de literatura infantil que Villoro cultiva con pasión. 

"La literatura infantil es una filosofía de juguete", esgrime. "En el sentido de que plantea grandes preguntas, pero las resuelve de manera lúdica". 

Fábula para demócratas

Para llevar a cabo su introducción a la cultura política y a la acción ciudadana para niños, Villoro se vale, en El hámster del presidente, de un pequeño pero poderoso aliado: un ratoncito.

Y no cualquier roedor, sino el temperamental -pero de buen corazón- Genaro III, nada menos que el secretario particular del Presidente de la República.

Cuando, ayudado por el avispado niño Ruy, el hámster escapa de la explotación laboral a la que es sujeto, el Gobernante pierde el rumbo de su conciencia política y se convierte en un autócrata que prohíbe lo más querido para sus ciudadanos: los chocolates y las golosinas. 

"El hámster del presidente tiene que ver con la conciencia cívica, es una historia para demócratas de 6 años, para que entiendan que el trabajo político es un trabajo que necesariamente se debe ejercer en equipo", explica Villoro.

Esta historia ha sido adaptada por Enríquez y puede verse en el Teatro Helénico, bajo la dirección de Paula Zelaya, hasta el 11 de septiembre. 

"Creo que el material humano que reunieron es muy creativo y lograron algo muy difícil, que es adaptar una obra en donde aparecían muchísimos personajes, multitudes y distintos animales que hacían cabriolas de todo tipo, con solamente cuatro actores", celebra el escritor.

La esencia de esta fábula, publicada originalmente por SM en 2018, se mantiene en su adaptación teatral, donde Ruy y su familia (interpretados por Amanda Farah, Hamlet Ramírez, Salomón Saldaña e Isabella Vázquez) tienen su despertar político para manifestarse contra la tiranía. 

Además de una denuncia del autoritarismo, la obra es también una advertencia contra la demagogia de los partidos de oposición, como Caramelo Tricolor, Turrón Partido, Gomita Ciudadana y Chocolate Nacional, que prometen a manos llenas pero acaparan los dulces para sí mismos. 

"Estos ofrecimientos son negativos, primero porque son falsos y demagógicos y, segundo, porque de volverse verdaderos, el exceso de dulces tampoco es bueno", detalla Villoro su analogía. 

"A partir de estas disputas, creo que los niños pueden entrar en contacto con temas tan profundos, como la demagogia, el oportunismo político, la participación ciudadana y el trabajo en equipo, representado aquí por un mascota", concluye.

 

"La literatura infantil es una filosofía de juguete. En el sentido de que plantea grandes preguntas, pero las resuelve de manera lúdica", Juan Villoro, escritor.

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