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Estas letras que lees: Hace apenas quinientos años...

Foto(s): Cortesía
Redacción

Rodrigo Velásquez Torres

 

De acuerdo con el historiador José Manuel Villalpando, este año se conmemora el quinto centenario del arribo a este continente del primer grupo de frailes franciscanos encargados de comenzar la evangelización de estas nuevas tierras. Ninguno de ellos sabía lo complicado de aquella misión ni mucho menos de las implicaciones que esto tendría para el desarrollo de la historia de la humanidad; pero una cosa sí es segura, en el pensamiento de estos frailes franciscanos, encabezados por Pedro de Gante, estaba la plena convicción de su victoria, pues, si Dios está a favor de nosotros, ¿quién contra nosotros? Con este versículo en mente, comenzó la más grande de las cruzadas, la evangelización del Continente Americano.

Con la llegada de aquellos frailes inició una metamorfosis espiritual en el imaginario religioso de las naciones originarias. El cambio trascendental que vino a culminar lo iniciado por la espada, tenía por objetivo erradicar la adoración a diversas deidades propias para comenzar el culto hacia un solo Dios. La civilización europea veía con aberración el tipo de rituales religiosos llevados a cabo por los naturales de estas tierras. Derramar sangre humana para ofrecerles a aquellos ídolos de piedra era algo incomprensible para ellos, y los primeros frailes, que llegaron hace quinientos años, estaban decididos a hacer que eso terminara, pues ¿para qué realizar sacrificios, cuando ya hubo un ser humano que se sacrificó por la humanidad entera? El espíritu de evangelizador se sentía poseedor de la verdad absoluta y necesitaba compartirla.

Después de la caída de la Gran Tenochtitlán, los demás señoríos del altiplano se sometieron a la voluntad del vencedor; en la lógica de los naturales de estas tierras que habitan en aquella época, las cosas seguirían bajo la misma rueda, era simplemente el cambiar de persona a quien entregar el tributo. Sin embargo, la lógica europea era diferente, para ellos el concepto de la guerra iba más allá del mero sometimiento del rival, como acostumbran las naciones de este continente; los europeos estaban acostumbrados a la guerra de exterminio aun más si de defender la fe se trata; someter al enemigo es solo la primera parte, la segunda es convencerlo de volverse como él o exterminarlo, y en esta segunda etapa fue primordial la labor llevada a cabo por ese grupo de franciscanos que llegaron a este continente hace quinientos años.

 

El nacimiento de la fe entre los naturales de esta tierra y el posterior abandono de la adoración a sus deidades se debe en sus orígenes al arribo de estos frailes. Comenzaron prontamente el proceso de evangelización en estas tierras, convenciendo al consejo de ancianas a través de la enseñanza de la pasión de Cristo, de terminar con los rituales de sacrificio, pues ya Él se había sacrificado por todas y todos. Esta fue, seguramente, la piedra angular que vino a rotar la cosmovisión primigenia: mantener su vida a salvo, sin los sacrificios constantes; así, las mujeres y ancianas comenzaron a llevar a sus hijos y nietos a educarse con los frailes, dejando de lado los calpulli, en donde solo hombres ancianos enseñaban.

El abandono paulatino y forzoso de los calpulli, comenzado hace quinientos, marcó el comienzo del olvido. La destrucción de códices, ídolos y templos contribuyó también a la caída y la pérdida del conocimiento ancestral; pero el dejar de inculcar ese imaginario en la mente de niñas y niños permitió más fácilmente el dominio por parte de los colonizadores europeos, quienes poco a poco continuaron poblando este continente y profesando la religión traída a estas tierras hace apenas quinientos años.

 

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