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ESTAS LETRAS QUE LEES: El descubrimiento de octubre

Con el descubrimiento de América, la humanidad superó sus propios límites y entró de lleno a una nueva época en la historia.
Foto(s): Cortesía
Aleyda Ríos

Rodrigo Velásquez Torres

Comenzó formalmente el último tercio del año, dando ya inicio formal al otoño con sus vientos fríos. Este año, octubre se verá rodeado de múltiples palabras en todo el mundo respecto a lo ocurrido hace casi 530 años y que ha venido cobrando mucha fuerza y reflexiones en los últimos tiempos. El mal llamado “descubrimiento de América” fue un acontecimiento que dio origen al mundo como lo conocemos en la actualidad y que recientemente ha comenzado a analizarse desde una óptica muy diferente a como se venía realizando desde tan fatídico encuentro.

El encuentro de hace más de medio siglo fue terrible, un choque brutal ocurrió, un big bang cultural que destruyó un universo y dio origen a uno nuevo, aniquilando todo aquello que fuera diferente al universo vencedor. La historia universal (escrita por los ganadores) se ha encargado de mostrar aquel encuentro como inevitable, la situación política de la época obligaba a la expansión y búsqueda de nuevos caminos para obtener los recursos necesarios para vivir. Así, para cumplir sus objetivos, hicieron lo que cualquier civilización haría: matar para sobrevivir; y las repercusiones que tuvo ese instinto primitivo animal continúan y continuarán sintiéndose mientras la humanidad exista.

Con el descubrimiento, el mundo estuvo completo. Aquellos que buscaban los recursos necesarios para vivir encontraron una fuente inagotable de ellos. Mientras asesinaban a aquellos originales de estas tierras, ellos avanzaban en sus descubrimientos, miraban al cielo y agradecían por la "gracia" de hacerles más que vencedores, pues estaban seguros que con Dios de su lado, nadie podría vencerlos, la victoria siempre segura para ellos; nunca dudaron que, tarde o temprano, serían vencedores. La metafísica de sus pensamientos siempre estuvo consciente de un sentido de superioridad sobre aquellos a quienes se enfrentaba; su historia propia se encontraba repleta de anécdotas de batalla y de conquista de territorios; la que enfrentaban sería una guerra más, sin saber que sería la más importante.

En la realidad histórica (que no verdadera), la educación del siglo pasado enseñaba que a raíz del descubrimiento realizado comenzaba una etapa en nuestra historia de sumisión y de la cual valía la pena hablar poco, apenas, quizá personajes destacados en las ramas de la cultura, las artes. Lo importante se encontraba antes del triste suceso histórico y no volvía a cobrar fuerza sino hasta varios siglos después, cuando el llamado de lucha para quebrar la sumisión en la que se vivía en la época, dio origen a una terrible guerra que culminó con un desfile de victoria y el quebrantamiento de la sumisión hacia el extranjero y el comienzo de la misma hacia las figuras de poder internas.

Existe en nuestra educación un sesgo histórico que abarca poco más de tres siglos; un desconocimiento así genera un trauma en nuestra identidad nacional, que reniega de 300 años de sumisión y ensalza 200 de “libertad”; es decir, hemos sido nación independiente apenas dos terceras partes de lo que abarca la historia de sumisión, y nos toca vivir una época en la que se busca reescribir la historia; pero para eso tendremos que tragarnos la amarga verdad que desde siempre nos ha disgustado en lugar de seguir ocultándola, simulando que nunca existió y pidiéndole al viento de octubre que se la lleve.

 

CONTACTO Y RÉPLICA

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"El encuentro entre ambas culturas nunca debió ocurrir". Salvador Rueda, Director del Museo Nacional de Historia, INAH

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