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Cuentos del Doctor Lector: El conejo Rudy y la plaga

Cuentos del Doctor Lector
Foto(s): Cortesía
Redacción

Carlos A. Bravo Matus

 

Cuarta de cinco partes

 

Finalmente lo venció el cansancio y durmió profundamente hasta que los primeros rayos del sol lo despertaron. Comió algunas hojas de la yerba y retomó el camino siguiendo las huellas que el viento pretendía llevarse. Pasaban las horas y frente a él apareció una prolongada pendiente que llevaba a hacia la montaña, comió algunas hojas y se aventuró a subir siguiendo la vereda que cada vez se hacía más tortuosa y difícil; alcanzó cada vez mayor altura, miró hacia atrás y grande fue su sorpresa y temor al ver cómo la plaga había devastado gran parte de lo que fue su hogar.

La jornada se hacía cada vez más difícil, hizo unas respiraciones profundas y continuó su camino con saltos menos enérgicos pero decididos; no quería ser alcanzado por aquella plaga. 

Alcanzó la cima, desde ahí se respiraba un aire más fresco y limpio, tomó un descanso; el panorama mostraba su selva ennegrecida cubierta por una densa nube parda y oscura; los árboles, unos sin follaje y otros caídos. Al frente, observó una tupida vegetación con un verdor de esmeralda, mientras el viento traía un leve murmullo que parecía graznidos mezclados con rugidos y algo que semejaba el balar de los venados y gacelas, pero no podía identificar claramente algún sonido particular.

Dudó en seguir sobre la cima de la cordillera o iniciar el descenso de la montaña; cuando volteó al cielo, vio volar al águila con sus alas extendidas y de gran envergadura que la conducían a capricho del viento; al fin –pensó– alguien conocido, pero ¿cómo llamarla para que me diga si sabe algo de mis papás? Continuó en el vértice de la cima, el blanco de su pelaje resaltaba entre los escasos arbustos, lo que llamó la atención del águila, que, aguzando la vista, reconoció a Rudy y agitando sus alas redirigió el vuelo para acercarse al pequeño conejo.

Se posó en la rama de un arbusto, desde allí lo llamó para decirle que sus padres estaban desconsolados al no encontrarlo cuando huyeron de la plaga. Le pidió que continuara cuesta abajo, pues ella no lo podía llevar por lo afilado de sus garras.

Rudy, lleno de alegría, secó las lágrimas; agradeció al águila mientras ésta extendió sus alas y remontó nuevamente el vuelo hasta verse muy pequeña en el azul del firmamento.

Continuará el próximo lunes…

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