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Cartas entre la libertad y el encierro de Miguel Hernández

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Mónica Ortiz Sampablo

Miguel Hernández se encuentra en una ciudad distinta, frente a nuevas oportunidades, muy convenientes para su desarrollo como escritor, nuevos rostros, nuevas relaciones, incluso la exploración de otro amor. Por ese tiempo terminó su relación con Josefina; en las cartas se expresa el choque de ideas: “La gente de los pueblos es tonta perdida, Josefina mía: por eso me gustaría tenerte aquí en Madrid, porque aquí no se esconde nadie para darse un beso, ni a nadie le escandaliza cuando ve a una pareja tumbada en el campo uno encima del otro”; más adelante, expresa: “Tú fíjate en que casi todos los que hablan mal de esas cosas, tan naturales como el mear, son solteronas o curas, las dos clases de personas que menos falta hacen en el mundo, porque lo envenenan”; evidentemente, Miguel no pensaba en el impacto que sus palabras provocaban en una mujer conservadora y de mentalidad devota. Se hizo de otra novia, Maruja Mallo, pintora gallega; una mujer diferente en todos los aspectos; con ella sostuvo una relación apasionada, que no duraría mucho, ya que el escritor, en sus reflexiones, encontró que su sentir apuntaba a un amor distinto, al amor de su Josefina. Regresó al origen. Mediante una carta pidió perdón al padre de Josefina y buscó recuperar a la novia que dejó: “Mi querido y respetado amigo: He dejado pasar algún tiempo para escribirle a usted con serenidad y hablarle de mi violenta situación frente a usted y su señora por lo sucedido entre Josefina y yo […] Le pido me perdone por todo. Le agradecería que usted viera si es posible hacer lo que sería mi mayor deseo que hiciera y es esto: si cree que Josefina todavía puede tenerme algún afecto y no está comprometida con ningún otro hombre, vea la manera de hablarle sencillamente y decirle si está dispuesta a continuar su amistad de mujer conmigo. No quiero que esto sea motivo de problema ni de disgusto para nadie. Si usted cree que ella no me tiene ninguna voluntad ya, te ruego no intente resolver nada en absoluto”. Reanudan el noviazgo.

 

El 4 de febrero de 1936 retoman la correspondencia. La siguiente etapa de sus cartas, hasta antes de su casamiento, muestran a un Miguel apasionado, deseoso de cercanía. “Te quiero y te querré siempre, porque he nacido para quererte a ti sola. […] Encuentro y trato a muchas mujeres; ninguna encuentro como tú, y mi corazón sólo te quiere a ti entre todas”.

Continuará el próximo miércoles.

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