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Huir de la pesadilla hondureña

Foto(s): Cortesía
Nadia Altamirano Díaz

Las mujeres ni sus esposos quisieron permanecer más en Honduras. Con hijos en brazos y en el vientre se aventuraron a iniciar un viaje de 2 mil 600 kilómetros hacia Estados Unidos; hoy hicieron una etapa en Oaxaca, el viaje ahora lo intentan costear con la mendicidad.


“Vamos a esperar a la caravana inmigrante”, dice María, con la desconfianza plantada en la cara; ellas es una mujer de 25 años madre de dos hijas y un niño.


Guadalupe, la hija mayor la escucha con atención. A los nueve años de edad, la menor entiende muy bien la pobreza que menciona María, su madre; lo revela la ropa que carga y las sandalias de plástico que calza, hay ya una ausencia prolongada de la escuela, sin que sepa cuándo regresaría.


María, junto con Alejandra, una niña de cuatro años hija de Guadalupe, otra hondureña de 19 años que cursa su tercer embarazo, se atreve a recorrer la Avenida Ferrocarril, bajo el puente del crucero de la agencia de 5 señores, para solicitar unas monedas.


“La verdad allá está muy dura la situación”, afirma Guadalupe quien, después de mucha insistencia, acepta relatar parte de su historia.


Viaje lento


El viaje para cruzar Guatemala y la frontera de México con Chiapas ha sido tan cansado y largo, que las fechas se han borrado de su calendario mental.


Siente que fue como hace 9 meses que salió de Honduras con Alejandra de 4 años y Elizabeth de 2 años, junto con su esposo José, un joven de 19 años y quien ahora sube a los camiones a solicitar dinero.


“Están matando hasta a las mujeres embarazadas”, dice con el horror aplastado por la desesperanza en un rostro seco, desprovisto de joyas o maquillaje.


“No hemos podido llegar hasta donde debemos”, acepta con el cansancio de un embarazo de cuatro meses que es más notorio en la delgadez de su cuerpo.


Los lempiras hondureños se les acabaron tras comenzar la travesía que sigue viendo interminable, pero sin incidentes violentos “gracias a Dios, todo está bien”, se consuela.


A Guatemala llegaron un junio, después de “tardaron un buen tiempo, arriba de la bestia”. Pedir “apoyo” casa por casa fue la opción de sortear hospedaje y comida. A México llegaron en agosto, a Oaxaca, no se acuerda. Duermen en un solo cuarto donde pagan 150 pesos por noche.


Esperan la caravana inmigrante


Vamos a esperar a la caravana "a ver cómo nos va", afirma quedito y la secunda María, ella tiene más claridad en las fechas, pero es reacia a contar su historia; su hija Guadalupe la delata del número de hijos que tiene.


“Mi hermano Carlos tiene 7 años y Melisa 6 años”, dice con una vivacidad inocente trastocada por la pobreza, el hambre, “mucho sufrimiento y eso de los maras”.


“Es mejor sumarse a la caravana porque entre todos nos vamos a cuidar, pero no saben si pasará por la ciudad, ni cuándo.


Han corrido con la "suerte" de que "la migra" no las atrape "pero si nos corretea, allá andamos, a caballo o como podemos, pero andamos con ellos, si voy a sufrir yo, van a sufrir conmigo, pero van a andar conmigo”, expresa con una certeza que no deja espacio a dudas.


Antes de llegar a la ciudad de Oaxaca estuvieron “un tiempo, el máximo que se da” en el albergue Hermanos en el camino, en Ciudad Ixtepec, que coordina el sacerdote Alejandro Solalinde.


Ahí aprendieron a hacer pulseras que intentan ofrecer en el crucero, cuando la luz roja detiene a los autos. Llevan cuatro días haciendo lo mismo, pero desde antier tienen competencia, una mujer guatemalteca que también encontró en la mendicidad su único camino para intentar avanzar en un viaje en común: llegar a Estados Unidos que los saque de la pesadilla que viven en su país.

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