Hoy podríamos pensar que hablar de tortura es cosa del pasado pues viene a nosotros la idea de que estos mecanismos quedaron atrás, en la época Medieval o la Inquisición. No es así, la tortura es un método que aún se usa en la actualidad y busca perpetuar el control social por parte de aquellos que ejercen el poder.
Las fuerzas que la ejercen buscan dejar en claro que ellos tienen en sus manos el mecanismo que controla la vida y del tránsito, administrado dolorosamente hacia la muerte.
La tortura es hoy día un mecanismo de la sociedad moderna para administrar la vida y la muerte. Una maquinaria que, como decía Foucault en “Vigilar y Castigar” busca el control de cuerpos dóciles, sometidos bajo la resonancia del suplicio.
Nacer, morir, ese pequeño tránsito sobre el cual por un momento pareciera ser regulado por la brutal y necrófila tecnología moderna de guerra.
Curioso es notar que la medicina, nacida para salvar vidas, ha sido clave en el conocimiento de los cuerpos para aplicar mecanismos de muerte, destrucción y para la dosificación del dolor humano.
Definitivamente suena maquiavélico, quizá porque lo es: racionar el suplicio, medir el dolor, dosificar la muerte, son producto de mentes retorcidas que habitan en una sociedad enferma de poder.
Desde la Segunda Guerra Mundial los métodos de suplicio han cambiado, las intervenciones en Vietnam, África y América Latina por parte de los marines norteamericanos, fueron el campo de experimentación durante la Guerra Fría para el desarrollo de las armas de guerra y tortura modernas. En la guerra de Irak y recientemente en Siria se han ejecutado métodos modernos de tortura por parte del ejército norteamericano, milicias y Estados que detentan poder.
Conocer estos mecanismos que se usan en las prisiones y centros clandestinos de reclusión, más que morbo, es una responsabilidad y aunque no es cosa fácil hablar del dolor ajeno, es una labor que busca destapar lo encubierto y sobre todo oponernos a la brutalidad.
Subamarino o ahogamiento
Piensa que estás en una celda, vienen por ti, te cubren la cabeza y te llevan a una tabla inclinada en el cual te interrogan. Si no respondes lo que quieren o, aunque lo hagas, te vaciarán agua hasta que tu estómago no pueda más, luego recibirás golpes en el estómago y las costillas.
Este brutal mecanismo trata de “simulacros de ahogamiento” en los cuales el prisionero es sumergido hasta casi ahogarlo. El suplicio puede durar horas, repetirse a lo largo de 24 hrs en repetidas ocasiones; dicho castigo causa convulsiones en el preso, vómitos y pérdidas de conciencia temporal y crisis de histeria. Dick Cheney, vicepresidente de EE.UU declaró luz verde para aplicar este método a los “terroristas” con el fin de obtener información.
Privación del sueño
Imagínate desnudo y solo en un cuarto blanco en el que no sabes si es de noche o día porque todo el tiempo hay luz, cuando intentas dormir entran a golpearte y te obligan a permanecer parado o en posiciones incómodas, y te impiden dormir en más de 3 días.
La privación del sueño puede ser una de las técnicas más violentas, debido a que una persona que no duerme en 48 horas deja de distinguir realidad de sueño y comienza a delirar.
Pueden ocurrir espasmos corporales, intensos dolores de cabeza, pérdida temporal de la memoria; podríamos equiparar este método al usado en “Naranja mecánica” ya que a los presos se les obliga a permanecer despiertos en una situación espeluznante sin descanso mental hasta por 180 hrs con la luz encendida las 24 hrs del día.
Técnica de la pared o walling
Acorralado en la pared, más de tres captores te muelen a golpes sin que puedas hacer nada para defenderte.
Basada esencialmente en batir a golpes y azotar contra la pared al prisionero. Tiene un factor psicológico clave, básicamente consiste en acorralar a la víctima y hacerle sentir totalmente como presa de sus captores. Ante ello quien golpea se empodera frente a quien, preso de miedo, es sometido por la fuerza.
Aislamiento y confinamiento
Visualízate en una caja oscura, solo, desnudo, no sabes si es de día o noche porque no hay luz, estás atado de manos y pies, no hay siquiera lugar para que puedas defecar. O en un cuarto maltrecho en el cual tus captores disponen de ti como les place.
El aislamiento es otro mecanismo de igual brutalidad, pues a los presos se les mantiene en cuartos oscuros en donde se les impide ver a otras personas. En el cuarto no hay excusado ni se les alimenta y los espacios en los cuales se les confina pueden ser cuartos pequeños o incluso cajas, en las cuales se les mantiene atados y desnudos.
Amenaza psicológica
Imagina que te mantienen atado, con la cabeza agachada y te impiden moverte. Te interrogan sobre algo de lo que se te acusa. Mientras comienzan a darte información de tu familia y amigos, amenazándote con lastimarlos si no respondes como esperan.
Es quizá una de las técnicas más usadas en el mundo entero, no sólo busca provocar terror en el prisionero, sino que lo conduce a un estado de estrés permanente que puede llegar a enloquecerlo. Éste método busca que el preso confiese por miedo no sólo a sufrir daño en su persona sino por la amenaza que pesa sobre la familia y personas que le rodean.
Es un mecanismo que genera terror social, no sólo para el prisionero sino en la sociedad en la cual se desarrolla.
La celda fría
Estás desnudo en una celda y el frío del aire acondicionado es insoportable, no te permiten comer o dormir y no sabes cuándo saldrás de ahí.
En esta celda se somete a los prisioneros a torturas simultáneas, por una parte se les obliga a permanecer desnudos, expuestos a temperaturas en extremo bajas que fomentan el congelamiento, por otra parte se les alimenta vía rectal y se les priva de sueño.
Música y ruidos altos y prolongados
Pensémonos en un patio, nos han cubierto la cabeza y colocado audífonos con música, suenan a todo volumen los Red Hot Chili Peppers, música que la CIA ha elegido par nosotros, permanecemos hincados al sol por horas con los ojos vendados.
Sentimos la presencia de más personas. Nos ordenan levantarnos, aún no ha terminado el suplicio.
En este suplicio e obliga a los presos a aguantar por prolongados periodos de tiempo a escuchar música y ruidos en extremo altos, a la par que se les ata y venda los ojos, se les empuja a un patio o cuarto con otros presos y se les golpea.
Este mecanismo crea desorientación total y reduce a la indefensión al preso.
Pistolas eléctricas Taser
Si desobedeces a los mandatos de tus captores pueden usar la pistola eléctrica para inmovilizarte, su descarga te deja inmóvil e inconsciente.
artefactos de tortura-taser
Este tipo de armas descargan aproximadamente 50 mil voltios, y no sólo genera la parálisis de quien recibe el disparo, sino que lo reduce a la indefensión total.
Horca invertida
Imaginémonos con una bolsa en la cabeza que cubre nuestra cara y los brazos atados tras la espalda.
Con una polea levantan nuestros brazos por atrás hasta que nuestros pies se desprenden del piso, poco a poco el peso de nuestro cuerpo vence nuestros brazos hasta que se dislocan los hombros.
Este mecanismo de tortura ha sido usado en Abu Ghraib (Irak), incorporando descargas eléctricas y abusos sexuales.
Perros de caza
Imaginemos a un perro de caza hambriento que ladra y espumea por la boca, a punto de soltarlo para que nos ataque.
Este es uno de los mecanismos de intimidación que se usaron en Abu Ghraib, práctica aprobada por altos mandos militares norteamericanos.
Kennan, uno de los estrategas más importantes del Departamento de Estado de EE.UU. declaraba cínicamente hacia 1948: “tenemos que deshacernos de todo sentimentalismo…Debiéramos cesar de hablar de objetivos vagos e irreales como los derechos humanos, el levantamiento de niveles de vida y la democratización.”
La CIA ha sido capaz de articular ese cinismo en sus prácticas de guerra.
Más claro nadie lo hubiera dicho, los discursos democratizadores no logran limpiar toda la sangre que estos métodos brutales han dejado en las prisiones de Abu Ghraib, Guantánamo y los cientos de cárceles clandestinas en el mundo.
Informarnos y oponernos es sólo un paso para buscar frenar el cinismo de esta política de muerte y no dejar que nos arrebaten ese pequeño resquicio de humanidad, con el que aún debemos sentir como propio el dolor ajeno.
