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Artista Alejandro Santiago cuenta historias de migrantes mediante su arte

Foto(s): Cortesía
Carina Pérez García

Imponentes, coloridos y vibrantes, los migrantes de Alejandro Santiago (1964-2013) parecen susurrar al mismo tiempo, todas las historias guardadas. Al rodear las esculturas que lucen colores cobalto, oros, óxidos y negros azabache, cuentan esas historias que levaron al artista mexicano a crear un discurso universal en torno a la migración. Son 33 piezas, de las 2501, que creó inspirado en sus paisanos de Teococuilco de Marcos Pérez, quienes emigraron a Estados Unidos. 



Esta serie inédita, que permanecía en casa de la familia del artista, se exhibe desde hace unos días en Corazón de Guaje, donde permanecerá como exhibición permanente, así como dos murales de la serie “20 murales y una canción desesperada”, que el pintor, grabador y muralista realizó como homenaje a la mujer y cuyo título alude a la obra del poeta chileno Pablo Neruda. 


Lucio Santiago, hijo mayor de Alejandro Santiago y también artista, recuerda cómo creó su padre esta serie: “Él buscaba el impacto. Fue migrante desde muy chiquito, desde los 9 años se vino de Teococuilco a Oaxaca, luego se fue a Estados Unidos, donde conoció todos los museos; luego a Europa. Le gustaba mucho viajar. Era ciudadano del mundo. Cada una de estas piezas está grabada con sus ideas. Cuando le preguntaban por qué están desnudos, refería que porque así se sienten los migrantes en Estados Unidos, como si estuvieran desnudos: llegan a un lugar extraño y la única fortaleza que tienen es su sexualidad”, comparte, además de que recuerda el humor en sus respuestas: “Estamos recuperando California, con ADN”.


Compañeros de rutas


Lucio Santiago formó parte de esos viajes desde los 5 años, cuando se unió a su padre como compañero de rutas y confiesa que así aprendió a viajar: “Algunas veces éramos mochileros”, ríe; luego agrega que incluso algunas noches se dormían en las estaciones de tren. Lleno de vivencias, recuerdos, anécdotas y lecciones, reconoce toda la genialidad de su padre al recorrer y disfrutar de esta exposición, en el centro de la ciudad. 


“En este espacio hay chance de rumiar lo plástico de la obra de mi papá, es decir, de apreciar todos los detalles, todos los colores, cada gesto bien logrado. A diferencia de cuando ves la obra en una explanada, donde es más el impacto emocional y energético el que impera”.


Estos migrantes se exhibieron por primera vez en el 2012 en el Fórum de las Culturas en Monterrey, donde comenzaron su itinerancia como “2501 migrantes”, para luego exhibirse en el 2019 en un cementerio en Los Ángeles, California, en el marco del Día de Muertos, exhibición que presenciaron más de 40 mil personas. Al Andador Turístico de Oaxaca también llegó esta muestra, en el año 2006.



Las 33 esculturas que forman parte de esta serie son piezas únicas, las más queridas por Alejandro Santiago y las que decidió conservar en su casa. “Este conjunto de piezas son las que más apreció mi papá. Las teníamos en la casa, como guardianes. Tienen en especial varios matices de color. Él me dijo: 'Estos me los quedo aquí en la casa'. Y creo que le gustaban en el sentido más energético de las piezas. Yo los veo caminar y tienen ese ritmo y energía que él buscaba”. 


Genialidad y versatilidad en la obra de Santiago


La génesis de este conjunto escultórico tuvo que ver con las experimentación con madera, luego con barro de Santa María Atzompa y más tarde con la arcilla refractaria de Zacatecas mezclado con barro Donají. 



“El maestro hacía los gestos, la expresión, la cara, los colores. A mí se me hace muy poético y metafórico. Cuando comenzó el proyecto no sabía en qué hacerlos, hacía ensayos en madera, lo cual me recordó el Popol Vuh, pero luego pensó en la tala y no quiso tener que ver con ello; más tarde quiso hacerlos en bronces, pero el costo es más elevado. Su decisión de hacerlos con barro tuvo que ver tras una charla con el escultor Adán Paredes”. 


Él le pasó el contacto de las personas que hacían hornos para la quema y comenzó con uno pequeño. Lucio cuenta que de un día para otro su papá había vendido su camioneta y compró un horno muy pequeño y horneaban las piezas en dos partes porque no cabían.


Con la energía del maestro


“Luego, con apoyos y becas, su padre compró un horno de cuatro por tres metros y en ese sí cabían todas las piezas paradas”. Hoy en día, a ocho años de la partida del maestro, Lucio Santiago prepara un espacio dedicado a él y a los migrantes, en su rancho “El Zopilote”. “Estamos armando un espacio para residencias, es un proceso lento. Mi papá ya lo tenía pensado, vamos poco a poco. Los talleres en el rancho continúan”.


El artista y alumno de Alejandro Santiago, García Agustín, abundó que durante la elaboración de estas piezas, su maestro incidía el barro con un machete, simulando los maltratos que les hacía la migra: “Con el machete le daba detalles, era mucha fuerza en cada movimiento. Son piezas muy gestuales, cada una es única, tiene la energía de él plasmada”.


Estas esculturas comparten el espacio con dos murales de su serie “20 murales y una canción desesperada”, otro disfrute para el visitante al espacio Corazón de Guaje, localizado en la calle de Constitución 303, Centro, Oaxaca de Juárez.


 


"Cada una de estas piezas está grabada con sus ideas. Cuando le preguntaban por qué están desnudos, refería que porque así se sienten los migrantes en Estados Unidos, como si estuvieran desnudos: llegan a un lugar extraño y la única fortaleza que tienen es su sexualidad”.


Lucio Santiago, Artista e hijo de Alejandro Santiago.


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