Pasar al contenido principal
x

José Agustín en pleno

Foto(s): Cortesía
Agencia Reforma

CIUDAD DE MÉXICO.- Mercedes Certucha, ¿no te la presenté? ahorita ¡hace ratitito estuvo aquí!- dijo José Agustín en el camerino de la Sala Manuel M. Ponce, donde una hora antes lo habían homenajeado.


- ¿Certucha?, le respondía su hijo Jesús Ramírez-Bermúdez, el neuropsiquiatra que desde 2009, cuando se fracturó el cráneo y seis costillas, se ha hecho cargo de él.


"¡Fíjate! Creo que hasta está en la dedicatoria de la Tragicomedia", añadía el médico. Pero ya José Agustín no escuchaba, incansable repartiendo autógrafos, tomándose fotos, diciendo groserías.


- ¿Se lo firmo con X o con J?


- Con X.


- Bueno (pero lo firma con J).


- Es con X, papá-, decía su hijo.


- ¡Chingada madre!-, se enojaba José Agustín y cruzaba una rayita.


El escritor dio autógrafos a las 240 personas que caben en la sala del Palacio Bellas Artes más los que tuvieron que ver el acto en pantallas afuera. La primera en llegar desde tres horas antes fue Mercedes Certucha, ex funcionaria del Gobierno que, en los 90, primero le encargó un texto sobre la historia de México y después tuvo que pedirle que le bajara a la crítica porque el PRI no se lo a publicaba.


- Nos pega duro-, le dijo.


- No es nada comparado con lo que nos han pegado ustedes-, respondió José Agustín y llevó La tragicomedia mexicana a su vecino, un editor de Planeta.


Ayer, cuando se homenajeó al escritor por sus 72 años, cumplidos el viernes, y por los 50 de la publicación de su segunda novela, De perfil, Certucha estuvo en primera línea y, de entre toda su obra, valoraba esa crónica irreverente, musical y política de los sexenios priistas.


"Él era la persona ideal para hacerla", dijo, antes de subir a la sala.


Camisa morada, chamarra negra de cuero colgada del brazo izquierdo, José Agustín apareció primero en silla de ruedas, la dejó en el camerino y salió, de la mano de su esposa, Margarita Bermúdez. Se dejó tomar algunas fotografías y habló con la dificultad heredada del golpe de 2009.


¿Como se siente?, le preguntó un fotógrafo, apenas ocupó su lugar, en la fila de enfrente. José Agustín respondió de esa forma que ha venido diciendo desde su primera obra, La Tumba (1964), escrita a los 16 años: "¡A toda madre!".


Juan Villoro, Enrique Serna y Rosa Beltrán le reconocieron haberles revelado que se podía escribir siendo muy joven, sin saber qué hacer en la vida, con un lenguaje antisolemne, fresco, una mezcla de obsesión e irreverencia.


"Le debo todo lo que soy", dijo Villoro.


Después de una hora y media, sin discurso debido a los problemas para hablar y la memoria, tuvo otro homenaje: la fila de sus lectores, con un libro en la mano.


"¿Para quién? ¿Para tu esposo? No, eso ya está más caro", y se reía José Agustín, mientras Margarita contaba que la adaptación de Ciudades desiertas, con Gael García, que se estrenó el viernes, le había parecido más una comedia, una comedia interesante, pero sin la profundidad de la novela.


Estaba también la hermana menor de José Agustín, Hilda Margarita, contando que era "igualito de desmadroso" que ahora.


"Desmadrosísimo, me correteaba a mí con un machete".


Entró Certucha, le dio un abrazo. José Agustín ya estaba impaciente por irse a comer al restaurante de los chinos, pero esperó más de una hora y media. Autógrafo, foto,


brazo. Hasta el último, Amadeo Romero, un economista de 50 años que había llegado cuando ya había terminado el homenaje. "Es que no encontraba los putos libros", dijo con la juventud alimentada con De Perfil, un clásico de medio siglo, en la mano.

Noticias ¡Cerca de ti!

Conoce los servicios publicitarios que impulsarán tu marca a otro nivel.