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Carvanal de Minas: La fiesta de la carne con olor a mezcal

Foto(s): Cortesía
Carina Pérez García

SANTA CATARINA MINAS, OCOTLÁN.- El diablo existe y antes de La Cuaresma se deja ver. Ayer oficialmente comenzó el tiempo litúrgico de conversión que marca la iglesia católica a sus feligreses para prepararse a la gran fiesta de la Pascua. Después de liberar demonios un día antes del Miércoles de ceniza, la tierra se cimbró con la energía desbordada de cientos de demonios, en el municipio que da nombre al mezcal minero.


A 40 kilómetros de la capital del estado el viento cálido se mezcló con el aroma de maguey recién cocido, un aroma dulce que penetró los poros de los disfrazados y que fueron tapados más tarde con pintura. Desde las dos de la tarde comenzaron a reunirse, en cada barrio de Santa Catarina Minas, diversos grupos de hombres, en su mayoría, y unas cuantas mujeres, para disfrazarse. El punto de partida son los palenques.




Cualquier puede participar, no hay edad mínima para disfrazarse. FOTO: Carina Pérez García

Con el paso de las horas, los integrantes de cada barrio se acercaron al centro de la población, para dejarse escuchar con los primeras corretizas. Los demonios atravesaron calles dando alaridos de éxtasis con la finalidad de espantar con sus característicos gritos agudos que develan sus catarsis.


Niños y jóvenes pintados con aerosol, con motas y círculos hechos con las bocas de carrizo y pintura, con frases como 'amor enfermo' o leyendas de sus palenques. El disfraz se completa con máscaras, pencas y palmas secas y los infaltables cuernos de toros y venados, para el carnaval. Así poblaron las calles, en un ir y venir, en el que el mezcal es el que corren sin discriminar.


Aunque Miguel Ángel Antonio, uno de los habitantes de Santa Catarina Minas aseguró que las costumbres católicas han venido a menos en esta comunidad, la fiesta del carnaval es una de las más esperadas. Y es después del Miércoles de ceniza, según la iglesia católica se tiene que hacer un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes.




Cualquier hueso de animal, paxtle, totomoxtle, paja y cuernos de toros o vendos son elemento para su disfraz. FOTO: Carina Pérez García

Pero apenas el martes, hace dos días, la fiesta fue lo único que importó. Los más audaces se apropiaron de quijadas de burro, otros, ostentosos, lucieron cuernos de venado, zacate, magueyes y carrizos, pintados de todo el cuerpo, con tan solo bóxer, y zapatos o tenis.


Corrieron, saltaron, gritaron, gimieron y asustaron a todo aquel que se les cruzó en el camino. De los cuatro barrios del municipio, de orografía caprichosa, salieron comparsas dedicadas a “Los forrados”, “Los viejos”, “Los pintos” y “Los monstruos”.


Ahí, donde existen actualmente 14 palenques de mezcal, dos mil 300 habitantes y un templo dedicado a Santa Catarina de Alejandría, sucede cada año, desde hace siglos su famoso Carnaval.


La creencia de los pobladores es que ese día, antes de la Cuaresma, se deben liberar a los demonios y entonces todo se vale, entre sabor a mezcal y tepache interminables, que no faltaron durante las siete horas que duró el baile, con la participación de diversas bandas en vivo.


Cuetes, jolgorio y mezcal




En el centro de la comunidad ya nadie es reconocible, la finalidad es perderse en el anonimato del disfraz y se lo que cada uno quiera ser. FOTO: Carina Pérez García

Cada comparsa recorrió en ambos sentidos la calle del Palacio Municipal, entre cuetes, jolgorio y mezcal. Con canutos y tambores incitaron, provocaron y buscaron confrontación entre los integrantes de las comparas. “Pintos” contra “Forrados”, gritos, celebración, brincos. –“¡A la horca!” gritaron, entre intensos bailes y choque de cuerpos. Hombres, en su mayoría, disfrazados de mujer, demonios, payasos, animales y monstruos.


Al igual plumas de pavo real, pencas de maguey, cuernos de toro y venado reales o hechos de cartón. El mayor entretenimiento fue parodiar los sucesos ocurridos en los últimos meses, bodas, sobre todo.


Cada comparsa al salir de su barrio se conjuntó frente al Palacio Municipal, casi 300 participantes, el 20 por ciento de la población, provenientes de los cuatro barrios: Barrio Chico, Barrio Peñasco, Barrio Centro y Barrio Arriba.


La preparación




La recolección de lo que cada uno portó para el Carnaval, ya sea como 'disfrazado' o 'pinto', comenzó meses antes.

La preparación de este carnaval comienza desde un mes antes, cuando los que bailarán recorren las casas de los pobladores para pedir cooperación, en especie o en efectivo, para reunir para disfraces, comida o bebida.


Cada barrio saca a sus personajes y buscan que la originalidad se imponga y siempre debe de llevar a un custodio, quien vigila a su gente, está al pendiente de si tienen hambre, pero sobre todo sed, que sacian con mezcal, tepache y a los más pequeños, con agua.


Que salgan los demonios




La música de banda no cesa y todos corren en varios sentidos para calentar los ánimos y aguantar el baile.

“Los que no participan, observan y seguramente cooperaron previamente. Bailar o no depende de cada quien, es libre y no hay límite de edad, tan solo ganas y deseos, energía y disposición a la fiesta. Dejar sacar los demonios” comentó Miguel Antonio, funcionario del municipio.


Muertes, catrinas, un sacerdote y sexo servidoras representaron a otro barrio, más tarde, a un lado de la horca, ya se urgieron de voluntad para colgar a uno de los demonios. Espadín, cuishe, arroqueño y tobalá dispuestos para toda la noche, entre garrafas y garrafas llenaron los carrizos y vasos, otros más reparten tepache, con cebolla y chile.


El pueblo entero se reúne en la calle que divide el Palacio Municipal y el templo, del siglo XVI, para un pueblo con una historia de cuatro siglos de mezcal. Este Carnaval fue último día de comer carne, por eso hacían esta fiesta. Y en esta comunidad donde aplican el dicho: “el que come pan, ando buscando pan” le hacen honor con “el que hace mezcal, anda buscando mezcal.”


“Hacemos un encuentro de todos los que participan de otros palenques. Algunos ordenan un recorrido, desfile.” Al calor de los mezcales para un frío que no se sintió entre chiflidos y euforia, la fiesta termina con baile, luego de ahorcar simbólicamente a un demonio, para dar fin a un ciclo y dar inicio La Cuaresma.

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