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El hombre que se echó a perder

Breaking-Bad
Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

En el competido mundo del entretenimiento la creatividad está a la baja y hace uso indiscriminado de adaptaciones, metaversos, multiversos y remakes, mismos que dan lugar a joyas audiovisuales de la pirotecnia y los efectos especiales, pero vacuos y cansinos en cuanto a su propuesta argumental y contenido literario.

En el año 2008, poco antes de que se afianzara este estado de cosas, llegó Breaking Bad, creación de Vince Gilligan, conocido por su trabajo en algunos capítulos de los Expedientes X, donde, entre otras cosas, conoció al futuro protagonista de la serie. Gracias a su poderosa línea argumental Breaking Bad pronto se posicionó como una de las mejores series televisivas de todos los tiempos, llegando a competir durante tres temporadas contra la más espectacular y cara de la historia: Juego de tronos, cuyos guiones, por su parte, no carecían de méritos literarios.

Basada en una exitosa saga literaria sin terminar, Juego de tronos apostó decididamente por los efectos especiales, el sexo y la violencia gráfica -la infalible tríada de la espectacularidad hollywoodense-, pero hacia el final fue traicionando los valores literarios que la caracterizaron y devino en actos gratuitos y resoluciones fáciles que terminaron por alejarla, al menos algunas posiciones del ranking top de las mejores series de la historia. Por el contrario, Breaking Bad, mucho menos onerosa económicamente, mantuvo su apuesta por la calidad argumental en cada uno de sus capítulos, lo cual le valió un lugar de honor.

El argumento de Breaking Bad podría resumirse en las siguientes líneas: Walter White, un genio de la química venido a menos, trabaja como profesor en una secundaria y debe complementar sus ingresos laborando también en un lava autos, cuando recibe la noticia de que padece cáncer de pulmón. Ante la perspectiva de un costoso tratamiento, y para asegurar el ingreso de su familia una vez que falte, decide elaborar metanfetaminas con fines de tráfico, para ello se vale de la ayuda de un ex alumno que se dedica a esa actividad ilícita. La droga química sintetizada por el modesto profesor resulta ser de una calidad sin precedentes, hecho que lo convierte en parte vital de una organización criminal y objetivo prioritario de una investigación policiaca encabezada por el campechano esposo de su cuñada, el agente de la DEA Hank Schrader.

La escena que abre el primer capítulo no puede ser más inquietante, un hombre de edad madura, en ropa interior, y con más miedo que otra cosa, empuña un revólver esperando en medio de un camino desértico la llegada de la policía. En un inicio parece tratarse de una comedia sobre los malentendidos en los que se verá envuelto el sencillo profesor de química metido al mundo del crimen, sin embargo, el foco se desplaza hacia los dilemas éticos sobre los cuales el protagonista tendrá que tomar decisiones. Mientras que, en primera instancia, el protagonista reacciona con asco y genuino horror ante la violencia que atestigua una vez que participa en el narcotráfico, después lo veremos ejercerla él mismo sin el menor remordimiento.

En Breaking Bad, llama la atención el título original que, como muchas expresiones, carece de una traducción literal satisfactoria. Volviéndose malo es la más socorrida, yo propongo una más cercana al regionalismo que le dio origen: Echándose a perder.

 

 

 

 

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