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Miscelánea: Revueltas, en apandos y Muros de agua

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Foto(s): Cortesía
Alejandra López Martínez

Leonardo Pino

El 14 de abril de 1976, el gran escritor y revolucionario, José Revueltas, finaliza sus días terrenales y muere en el Hospital de Nutrición, de un paro cardiaco, a los 62 años de edad. Su funeral, al igual que la mayor parte de su vida, se transformó en un acto político, en medio de los sones combativos de "La Internacional".

Su vida transcurrió entre el estudio, la escritura y la militancia política en distintas agrupaciones de izquierda. Por su activismo, estuvo preso más de tres años; la primera vez, durante cuatro meses, a los 14 años de edad, en una institución correccional.

Dos de sus obras más conocidas, "Los muros de agua" y "El Apando", son historias que suceden en dos de las prisiones más conocidas de México: las Islas Marías y el Palacio de Lecumberri. En ambas cárceles estuvo preso don José, pero fue en las Islas Marías donde estuvo en dos ocasiones: la primera, una estancia de cuatro meses, en 1932; y la segunda, nueve meses, en 1934. Ochenta y ocho años después de ese encarcelamiento, el presidente Andrés Manuel López Obrador ordenó el cierre de la Colonia Penal Federal Islas Marías y su conversión en un centro para las artes, la cultura y la protección del medioambiente. En homenaje al gran escritor revolucionario, el centro se llama “Muros de Agua: José Revueltas”.

La última vez que Revueltas fue apresado, ocurrió el 16 de noviembre de 1968, cuando José Revueltas es detenido condenado a 16 años de prisión en la Cárcel de Lecumberri. El juez argumentó en el auto de formal prisión: “Tiene plena conciencia de que su arma es su mente, de donde emanan sus enseñanzas para abrir a su vez la conciencia en el mundo estudiantil”. Elena Poniatowska recuerda que: “En 1968, aunque todavía era un hombre fuerte, entró a la cárcel porque se echó la culpa de todo el movimiento de ese año”.

En el antiguo "Palacio Negro", escribió otro de sus libros más conocidos: "El apando", dedicado a su amigo y camarada, el poeta Pablo Neruda.

De la innumerable literatura escrita sobre el movimiento estudiantil, “el que más conmueve”, según Fabrizio Mejía Madrid, es "México 68: Juventud y Revolución", donde el escritor “narra los hechos, no solo como un cronista a distancia, sino como un militante activo”.

Aquel a quien Octavio Paz definiera como “uno de los mejores escritores de mi generación y uno de los hombres más puros de México”, murió en un día como hoy, del año 1976, con su salud deteriorada por las prisiones y con una condena en suspenso que el gobierno amenazaba constantemente con volver efectiva. Su lápida tiene grabada la frase de Goethe: “Gris es la teoría, pero verde es el árbol de la vida”.

 

Epistolario

Carta abierta de José Revueltas a los estudiantes presos

Octubre de 1968, desde la clandestinidad

Forman ustedes el cuerpo de aquellos que en diferentes momentos de la lucha, a partir del 26 de julio de este año violento, amargo pero igualmente jubiloso y esperanzado, de 1968, constituyen nuestros primeros caídos. La palabra suena áspera y desnuda: caídos, pero es el tono en que la Historia habla. No sonrían ustedes y piensen que esto es simple retórica. Las figuras verbales adquieren un contenido real, viviente y tangible, cuando han dejado de estar vacías y las anima por dentro el gran aliento cálido de la lucha de los hombres. Es por eso que la Historia nos da el derecho de hablar por ella. Son ustedes los primeros. Caerán, caeremos más, pues por ahora es a nosotros a quienes corresponde el turno de pagar, unilateralmente, el precio del combate. No debe importarnos, pues caídos no quiere decir lo mismo que vencidos. Atrás de aquel que cae, hay alguien siempre que recoge la bandera y ésta ondeará, tarde o temprano, en el punto más alto de la victoria.

Ustedes compañeros, nosotros, somos jóvenes, nuestro Movimiento es joven. Todo lo que lucha, todo lo que no se deja vencer, todo lo que combate es joven en tanto brega por el imperio de la razón y de la dignidad humana. Mediten hondamente en el significado de nuestra actitud, de las posiciones de nuestro Movimiento y asimismo en lo que significa en la vida de un hombre el ser un preso político a una edad tan temprana. Esto indica el espíritu de entrega y sacrificio de una generación nueva, despierta, viva, combatiente, que ha rechazado la abyección y a la que no ha podido cegar el espejismo ignominioso del triunfo oportunista y fácil, ni de la vida sin vicisitudes ni tropiezos.

Ustedes, compañeros estudiantes que están en la cárcel, se han titulado de hombres con la boleta de formal prisión, antes de obtener el título académico que los consagre en esta o en aquella actividad profesional. Han preferido recibirse de seres humanos, antes que abandonar sus existencias a la deriva gris de la conformidad y el servilismo, en espera de ser mañana una mercancía más dentro de una sociedad cuyo único dios es el dinero.

Compañeros: el luchar en las filas del Movimiento Estudiantil es y ha sido una honra para todos aquellos que participan en él y para todos aquellos que le prestan y le han prestado ayuda desinteresada. Pero el estar presos por la causa de nuestro Movimiento es una honra doble y un timbre de orgullo y dignidad que nadie podrá jamás arrebatarles. Son ustedes y lo somos todos, una generación con rasgos históricos muy especiales que la distinguen y delimitan muy precisamente en relación a las generaciones anteriores. No se trata de que incurramos en un alarde jactancioso respecto a cualidades que nos hagan mejores a las demás generaciones del pasado. Ni peores ni mejores. Nos movemos y actuamos dentro de un contexto social y político diferente en esencia al de otras épocas. Lo único que nos distingue es que no queremos traicionar nuestro destino ni tampoco permitir que nadie lo traicione (…).

Resulta imposible que nuestra generación del año 68 traicione su destino. Ante nosotros se plantea, en el mundo y en México, un único dilema insoslayable y rotundo: victoria o muerte. La victoria, para nuestro país, será un México libre, democrático sano, donde se pueda respirar, pensar, crear, estudiar, amar. La muerte -así quedemos, para nuestra desgracia, vivos- será la noche del alma, las torturas sin fin, el candado en los labios, la miseria del cuerpo y el espíritu.

Compañeros encarcelados por la causa de la libertad:

A todos nos sostiene, a ustedes en prisión, a nosotros todavía “libres”, la confianza que tenemos en el vigor inextinguible de nuestro Movimiento, en su inagotable tenacidad para vencer, en su disposición resuelta a cualquier clase de sacrificios, en la inquebrantable rectitud y pureza de miras.

¡Mantengamos nuestra férrea unidad de propósitos, nuestra disciplina, nuestra mutua solidaridad, nuestro espíritu combativo, firmes, resueltos, de una pieza, adentro o fuera de la cárcel, en la lucha a campo abierto y en la obligada pasividad -no por eso menos combatiente y orgullosa – de las prisiones!

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