Antía Alfonso
La dictadura argentina de la década de los 70 es un capítulo oscuro de la historia latinoamericana que, sin embargo, es importante no olvidar. Este periodo significó no solamente opresión hacia la población civil, también violencia indiscriminada, tortura sistematizada y la desaparición forzada de alrededor de 30 mil personas, aunque sea prácticamente imposible determinar el número exacto de víctimas. En dicho contexto se desarrolla la historia de Cecilia, una niña de siete años que, junto a su madre Lucía, llega a un frío pueblo costero huyendo de la amenaza que los militares representan para su familia.
La cineasta Paula Marcovitch se basó en sus experiencias de la infancia para escribir y dirigir su primer largometraje, “El Premio” (2011). En él, retrata el torbellino emocional que implica para madre e hija ser perseguidas por una amenaza tan real que es capaz de encontrarlas incluso en el lugar más recóndito del continente. Ceci es curiosa e inteligente; cuando los soldados llegan a su nueva escuela para convocar a un concurso en el que los niños exalten el patriotismo y valor del mismo brazo armado que ha desaparecido a su padre, comienza en ella una lucha interna entre lo que quiere y lo que se le ha dicho que debe hacer.
Comprensiblemente, ella no entiende las implicaciones que conlleva participar en el certamen para su seguridad y la de su Lucía, quien ante el miedo comienza a mostrarse cada vez más distante con su hija hasta llegar a un punto del que difícilmente hay retorno. Marcovitch despliega en su trabajo una sensibilidad obtenida de aquellos momentos que marcaron su propia vida: la persecución política y el posterior exilio. En la cinta plantea la huida como contraste de la libertad y al silencio como una fuerza natural capaz de secar todo a su paso. A su corta edad, Cecilia debe decidir si adoptar la soledad como modo de subsistencia o buscar otras formas de desenvolverse en una sociedad que difícilmente puede entender su condición.
