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LECTURAS PARA LA VIDA: Historias que se vuelven islas

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Zeltzin Alfonso

 

Ana Tapia tiene clara ventaja respecto a otros narradores: cuenta entre sus familiares (o al menos eso dice la dedicatoria) con un tío abuelo que fue devorado por un tiburón de camino a Cuba y una madre que se ha encargado de contarle las historias más extraordinarias desde antes de que supiera hablar. Su bagaje cultural y vital se manifiesta ampliamente en "Kiriwina", libro compilatorio de narrativa breve que toma su nombre de una isla escondida en la inmensidad del Pacífico.

La compilación, tal como su nombre lo señala, puede definirse como un galápago narrativo. Las historias de "Kiriwina" son, a primera vista, cuentos muy cortos (microrrelatos, si se prefiere el término) que parecen independientes entre sí, pero en realidad se relacionan más de lo que podría suponerse. Sus narraciones no se agotan al llegar a la última línea, sino que se conectan con cuentos venideros donde Tapia incide en las mismas temáticas, situaciones e incluso personajes, cuyo protagonismo y descripción varía, dependiendo del punto de vista presentado en el cuento.  El libro se compone de relatos seriados que se reparten a lo largo de las páginas como pequeñas islas, aparentemente incomunicadas, pero a la vez muy próximas.

Los textos pueden leerse alterando el orden, y esa es una de sus grandes cualidades, pero al leerse de forma continua causan la sensación de estar leyendo una novela compuesta de microrrelatos en vez de un compendio casual, algo que la autora llama acertadamente “historias transversales”. "Kiriwina" es un libro bien pensado, sutilmente irónico, que es original sin caer en la extravagancia y merece la lectura no sólo de los amantes de la narrativa breve, sino de todo aquel que quiera tener historias extraordinarias que contar a sus hijos.

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