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LECTURAS PARA LA VIDA; Cuentos del Doctor Lector: Un peluche viejo

segunda-portada
Foto(s): Cortesía
Redacción

José Luis Ortega González

 

Última de tres partes

 

-No puedo Lucía, pero aquí vamos a estar mi rana fea y yo esperándote.

Era viernes, no volví al hospital sino hasta el lunes siguiente. Cuando llegué, Lucía había partido con su familia hacia la Ciudad de México, pero me dejó en mi oficina un sobre blanco. Adentro había un pequeño chango de peluche; "ideal para mi estetoscopio", pensé de inmediato. La mamá escribió una nota explicando que Lucía le había pedido comprármelo y que me dijera que quería verlo a su regreso en mi toscopio, en lugar de la rana fea.

-Señora X, no la había visto en la fila, disculpele dije al tiempo en que volteé a ver el reloj en la pared.

-Bueno, pero no se haga, ya cambie ese mono feo que trae ahí, ni modo que no gane suficiente para poder renovarlo– me dijomientras estallaba en una de sus desagradables carcajadas. 

Tomé el estetoscopio en mis manos. Era cierto, el chango ya carecía casi en su totalidad de peluche y lo que portaba como ropa, eran más bien girones. 

Sólo acerté a decir:

No puedo, es un recuerdo muy valioso para mí.

–¡De alguna chica guapa rompecorazones! ¿no es así?exclamó-

El rostro se le deformaba, mientras nuevamente se reía. Pensé decirle que estaba equivocada, que no era asunto de risa, pero sólo le dije:

-Sí señora, así es. 

Complacida, exclamó en voz muy alta:

Bueno, pues ya al baúl del olvido y a renovar ese mono.

Por fortuna, me tocó el turno de pasar a la ventanilla 3, y me despedí con falsedad.

–Gusto en saludarla, señora X.

Hoy, Lucía sería ya mayor de edad; tal vez yo estaría atendiendo a su primer hijo. Después de todo, hace tiempo ya que ejerzo como Pediatra abuelo, viendo a los hijos de mis antiguos pacientes.

El chango terminó por desintegrarse, pero lo traje conmigo el mayor tiempo posible, años, en los que me gustaba imaginar, que donde quiera que estuviera, Lucía podía constatar que cumplí su deseo. Ella falleció durante su cirugía, por lo tanto, yo no pude verla a su regreso.

No hay pentimentos, no puedo volver a pintar capítulos de mi vida, pero puedo hacer de todos ellos, lo mejor, soñando, imaginando y reviviéndolos a mi manera. Una ventanilla 3, un toscopio, un reloj sin marcha y una sonrisa franca que una mañana de lunes me dejó un mensaje sin palabras con un pequeño chango de peluche, que duró menos que el recuerdo de su sonrisa.

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