Pasar al contenido principal
x

LECTURAS PARA LA VIDA: Cartas a Chepita y la desfachatez de lo romántico

segunda-portada
Foto(s): Cortesía
Redacción

Mónica Ortiz Sampablo 

 

Última de tres partes

 

“Hace un momento te dejé: ya me haces falta, hace un momento apenas te dije adiós, y ya ha recorrido mi corazón la eternidad”. Esto le escribía Sabines a Chepita en el año 1948. Pasó un tiempo considerable para que pudieran casarse en 1953; durante el noviazgo estuvieron lejos uno del otro; gracias a eso fincaron un amor que parió numerosos poemas del escritor; la misma Chepita expresa en el libro "Recordando a Sabines: Antología poética de Palabra Virtual": “Cuando éramos novios tuvimos que separarnos varias veces, Jaime me escribió muchas cartas, en algunas de ellas aparecen frases que después se convirtieron en parte de estos poemas".

Si bien es cierto en esta correspondencia se percibe a un hombre descaradamente enamorado, también transparenta al Sabines lector incesante de la Biblia, más allá de los prejuicios que los lectores pudieran hacerse de este escritor tan directo y cuya fuerza de palabra atrapa desde las primeras lecturas, seduce con su interpretación: “Josefa como tu nombre, como yo, quieta agua del silencio dime por qué se ha muerto Dios.”

Leer las cartas a Chepita es un deleite recomendado a todos aquellos que padecen la enfermedad del amor y creen que el corazón les estallará en cualquier momento, aquellos que sufren la distancia y desean con ardor la cercanía del ser amado. Cabe mencionar que en contraste con un Sabines parlanchín, escritor insaciable que podía escribir las cartas como si se tratara de una conversación, brincando de un tema a otro y cerrando con un “te quiero multiplicado por mil”, Chepita no tenía, ni tenía por qué tener, el ritmo en la pluma que poseía Sabines, y esto a veces derivaba en el enfado de éste; un reclamo se asomaba entonces: “Este ha sido un día de puros disgustos. Toda la mañana me pasé enojado contigo por no tener carta tuya". Le reclamaba por ejemplo que expresara cosas triviales y no sus sentimientos: "¡Bonito está que digas un montón de cosas y que calles lo que tienes adentro! Ya voy a hacer lo mismo. Nada más que te suplico en tu próxima meta en el sobre, no tu carta, sino El Heraldo, que sin duda me alegrará más porque dice más cosas".

Sin embargo, este “enojo” no le duraba, siempre era superado por el deseo de tenerla junto a él y de saberla su musa eterna.

[email protected] 

Noticias ¡Cerca de ti!

Conoce los servicios publicitarios que impulsarán tu marca a otro nivel.