Pasar al contenido principal
x

Lecturas para la vida: Apólogo de las palabras robadas

jovenes-leyendo
Foto(s): Cortesía
Alejandra López Martínez

Mónica Ortiz Sampablo // Última de dos partes

Jamás me pregunté cómo se sentirían estos escritores si aún vivieran y fueran testigos de la forma en que sus frases más llegadoras, andan como hojas al viento por aquí y por allá. En mi caso, fue mucho el tiempo que dediqué al tráfico de frases y fragmentos. Los convertí en parte de un juego; ustedes podrán juzgar mi actuar hasta donde su propia moral literaria se los permita, pero todo empezó tan lúdico y con una frase: “andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos”. La adecuada, la que haría que todo sucediera por efecto mágico; y así fue, de ahí en adelante, cada noche era un caudal de palabras, robadas en su mayoría, pero, ¡qué importa!, seguramente los escritores estarían muy felices de saber cuántas emociones pueden provocar con un acomodo perfecto de palabras. 

Poco tiempo pasó para que nos acercáramos personalmente y desbordáramos no precisamente palabras, porque éstas ya habían incubado nuestros encuentros, me hallaba sorprendida; a él también le gustaba robar pedazos de la sensibilidad de otros. Nos unía ese secreto porque en el fondo sabíamos que nos buscábamos con hambre de amor, valiéndonos de historias ajenas. Cuando supimos que en realidad sí nos estuvimos buscando por mucho tiempo y que irremediablemente nos habíamos encontrado, dimos el siguiente paso. Conseguimos un nidito de amor y lo arreglamos como aún no existe lugar en ninguna novela; sin embargo, la vida cotidiana y los derrumbes personales cubrieron los encuentros de al principio y se produjo un efecto contrario.

Lo inevitable vino paulatino, silencioso, pero predecible; entiendo ahora que gran parte de lo que pasó ya estaba escrito, no por querer justificarme, pero simplemente ya era historia. Casi sin intención pude profundizar y participar de la reconstrucción de una frase en la que sin duda muchas relaciones han de naufragar. Ahora estoy aquí, sintiendo ese hueco un poco más arriba del estómago, imposibilitada para armar los fragmentos de una historia que quizá no tenga ya razón de ser escrita. Al final dice el verso: "los suspiros son aire y van al aire, las lágrimas son agua y van al mar"; y yo sin saber qué hacer con todo este reguero de palabras, porque de lo que estoy segura es que a las botellas será imposible devolverlas, peor aún a los libros de donde salieron.

[email protected]

Noticias ¡Cerca de ti!

Conoce los servicios publicitarios que impulsarán tu marca a otro nivel.