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Helios, Festival Internacional de Cine Poético, en Oaxaca

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

 

Los pasados jueves, viernes y sábado —9, 10 y 11 de febrero, respectivamente— se llevó a cabo “Helios: Festival Internacional de Cine Poético” cuya sede, en Oaxaca, fue la librería Arámburu, con la organización de Cinema Cuervo. David Arámburu (anfitrión) y Tlatoani Ortiz (proyeccionista) propusieron una dinámica muy interesante, ya que los cortometrajes que conformaban los distintos programas fueron acompañados por algunos colectivos poemáticos que trabajan en Oaxaca.

Para esta actividad se establecieron tres programas “alucinantes”: La primera jornada se llamó “Surrealismo, poesía y vibración” y contó con la presencia de los poetas de la editorial oaxaqueña El Cuajilote. Leímos Javier Sarmiento Jarquín, Filiberto Santiago, Jaime Santiago, César Sandoval, Conchita Ramírez de Aguilar y un servidor. A mi parecer, en este caso concreto, el programa tuvo menos de surrealismo que de vibración, ya que ni los poetas ni los cortos podrían considerarse, ni de cerca, surrealistas, lo cual no impidió que se tratara de una experiencia gratificante.

La segunda jornada tuvo un título menos comprometido, llamándose sencillamente “Evocaciones” y el acompañamiento corrió a cargo de La Sociedad de las Poetas. Leyeron Elia Pérez López, Mariana Libertad, Enna Osorio Montejo, y Nallely Tello, quienes desde la clave femenina —que no necesariamente feminista— hicieron los honores a los cortometrajes seleccionados. La última jornada debió llevarse a cabo el día de ayer, después de que fueron escritas estas líneas y tuvo por título “Constelaciones”, sirviendo de marco para celebrar el aniversario del poemario “Las últimas lluvias”.

Ahora bien, tratándose de un ejercicio inédito, es de llamar la atención estas iniciativas que tratan de conjugar dos quehaceres culturales y presentarlos al público. En primera instancia vino a mi mente aquel oficio del benshi que acompañaba y narraba las peripecias del cine silente en Japón, pero en este caso las jornadas tuvieron como signo la alternancia, que no la interacción.

En la parte correspondiente al festival de cine, los programas se componían de varias piezas todas muy breves, de apenas unos cuantos minutos. Podríamos pensar, al menos después del pase de los primeros videos, que la parte estrictamente poética de este cine se encontraba en las palabras, pero algunos de los cortometrajes exhibidos después, prescindían de texto.

Como en todo festival cinematográfico, desde aquel de Springfield, encontramos propuestas muy  interesantes y más o menos conscientes y cuidadosas de sus valores de producción —en especial la fotografía y la edición—, aunque no faltaron, por supuesto, otras pocas que se conformaban con ser un compendio de ruidos visuales que no dejaban entrever mayor planeación ni cuidado (ni por supuesto, su intención poética), contribuyendo con su granito de arena a perpetuar cierto malentendido que ubica lo poético como “cualquier cosa” que exprese algo que no sea narrativo.

Articular un ejercicio de este tipo, a partir de verdaderas interacciones entre los materiales visuales y poéticos (en vivo) es una posibilidad para, en un futuro, hacer realidad una experiencia en donde se conjuguen realmente la poesía con las artes visuales y, en particular, con el cine.

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