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El lector furtivo: Prodigios americanos

Felipe Garrido
Foto(s): Cortesía
Luis Ángel Márquez

Rafael Alfonso

 

Por gracia de Dios que América es una tierra llena de prodigios y nosotros, sus hijos, quizá por la  cercanía de lo cotidiano, en ocasiones lo olvidamos. Para hacer frente a esta desmemoria existen proyectos como Crónica de los prodigios (SEP/CONACULTA, 1990). 

Hace poco más de quinientos años los primeros europeos navegaron a los mares de América y, poco después pisaron sus tierras. Los sentidos de estos hombres se maravillaron ante lo que el nuevo continente les ofrecía. Crónica de los prodigios es un pequeño libro en el que encontramos una compilación de experiencias que dan testimonio de lo anterior.

La colección de breves textos seleccionados por el investigador e incansable promotor de la lectura Felipe Garrido, reconstruye el encuentro de los europeos con manifestaciones naturales desconocidas hasta entonces para ellos. 

Gracias a estos libros no nos será difícil imaginar, ya que nuestra mirada es también un poco colonial, el encuentro inaugural con la exuberancia americana, sus delicias, sus misterios y sus inevitables peligros; ahora sí que nos remitiremos al momento en que los primeros visitantes europeos aprendieron a amar a Dios en tierra de indios.

El delicioso sabor americano

Para lograr estas descripciones de las cosas nuevas, los colonizadores no tuvieron más remedio que echar mano de lo ya conocido para poder nombrar lo entonces inédito, creando textos cuya lectura en nuestros tiempos, nos puede resultar estimulante y sugerente.

La papaya, por ejemplo, es descrita como “un higo del tamaño de un melón pequeño”. Por su parte la guayaba se entiende por “una manzana llena de pepitas”.  El coco, una verdadera maravilla, se refiere como un fruto “más grande que la cabeza de un hombre” envuelto en fibras con las que los nativos fabrican vestidos singulares y cuya “pepita” es carnosa de un dulce sabor semejante a la de la almendra y cuya “leche” es aún mejor que la de las vacas.

La fauna americana

¡Qué impresión debió causar el manatí, tomado por pez y en ocasiones por sirena! (no tan bellas como se nos contaba, pero con cara humana). Se describe también la letal víbora de cascabel, cuya mordida daba al herido no más de un día de vida, contrastando con la enorme y lenta anaconda. Así también encontramos aves extravagantes como el tucán, pequeño “como una alondra” pero con un pico desmesurado mucho mayor a su cuerpo. Imaginen ahora la sorpresa al descubrir animales como el tlacuache o el armadillo.

La peligrosa vida americana

En el libro encontramos una descripción de los devastadores efectos de los huracanes, tales que parecen “obra del mismo demonio”. Y qué decir de las niguas, esa infección que provoca cierto insecto entre los dedos de los pies, mucho de temer, ya que por su causa muchos nativos han quedado tullidos e inútiles para siempre.

Para componer este interesante volumen Garrido toma textos de Joseph de Acosta, Pedro Mártir de Anglería, Juan Díaz, Gonzalo Fernández de Oviedo, Fray Toribio de Benavente (Motolinía) e indirectamente el mismo almirante Colón, citado por José Durán. 

Cómo dice el propio Garrido el propósito de la obra es despertar nuestro propio asombro hacia las cosas ahí descritas.

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