Pasar al contenido principal
x

El lector furtivo. Los malentendidos más populares al escribir poesía

Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

 

Mientras Alonso Quijano, vuelto a su casa se recupera en cama de sus primeras aventuras (Capítulo Sexto del Quijote de la Mancha), el cura y el barbero —con la complicidad del ama y la sobrina— deciden pasar por fuego todos los libros de la biblioteca, culpándolos del desvarío de su dueño.

Así que en el corral se formará una hoguera con el fin de destruirlos, pero el cura advierte que no todos los libros hallados en la casa son de caballería, pues algunos de ellos son libros de poesía, y se pronuncia por preservarlos del fuego. La sobrina, sin embargo, razona que es necesario que también sean quemados, advirtiendo que, si los libros de caballería lo hicieron tomar las armas y recorrer caminos en busca de aventuras, los libros de poesía podrían causar en su tío el efecto de intentar llevar una vida pastoril, desentendiéndose de las obligaciones de la casa para vivir en la naturaleza, donde cantaría y tañería su flauta rodeado de animales; o peor aún, que le diera por hacerse poeta, “enfermedad incurable y pegadiza”.

Partiendo de este punto, continuaremos revisando malentendidos populares entre nóveles poetas. Uno muy socorrido consiste en identificar la poesía, como lo hace la sobrina, con los padecimientos emocionales o mentales. Siguiendo este razonamiento, se entendería que —a la manera de la parafernalia que envuelve a las estrellas de rock—, quien presente estos desórdenes en mayor cantidad e intensidad, será mejor poeta que el resto. No comentaremos cuán peligroso puede ser tomar por cierto este argumento.

Antes de consumir del todo este espacio, consignaré lo que algunos poetas, muy amablemente, a petición expresa, tuvieron a bien enviarme para enriquecer este artículo. La también periodista Rocío Flores nos regala esta reflexión: “Los poetas no escriben para un amor, para una pareja o expareja, sino para explorar el mundo y asirse a ese instante con el recurso de la palabra”. El maestro Jorge Pech Casanova comenta: “Creer que no es necesario estudiar ni tener conocimientos técnicos para escribir poesía, es otro mal común en la república de las letras”.

Por su parte, Araceli Mancilla Zayas nos comparte: “Otro malentendido es creer que el poema siempre surge espontáneamente: que de la inspiración o revelación o descubrimiento súbitos baja a la pluma o al lápiz y de ahí al papel. No. El poema también se busca, se construye. Somete a quien lo crea a un trabajo de investigación, incluso, y después, al escribir, se ponen en juego las habilidades y el talento del artista para lograr el poema, la poesía”. No podríamos estar más de acuerdo con estas reflexiones que se comentan solas.

Quisiera concluir este recuento con este último malentendido (aunque hay muchos más): que la poesía atiende a cotos o parcelas ideológicas o temáticas y que, por lo tanto, hay una poesía juvenil, una poesía feminista, una poesía comprometida, etcétera; y que los productos de estas no pueden ser valorados por aquellas personas que sean ajenas a estos grupos. Este tipo de aparcelamientos, parten muchas veces de criterios mercantiles antes que ideológicos. Es un hecho que los valores poéticos de una obra bien escrita, trascienden la ideología y el psicologismo de sus autores.

Noticias ¡Cerca de ti!

Conoce los servicios publicitarios que impulsarán tu marca a otro nivel.