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El lector furtivo: Lo que inventa la memoria

escritora
Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

Te leo e imagino que la noche es buena

y que me escuchas tocar la puerta”.

 

Jessica Santiago es una poeta oaxaqueña radicada en Teotitlán del Valle. Sé, por lo que han visto mis ojos, que Jessica ha hecho de la poesía en todas sus presentaciones, parte integral de su dieta diaria. Es quizá la persona que más poesía he visto devorar. Casi podría asegurar que ahora mismo hay un par de libros en su bolso de lana, y deben ser libros buenos. Yo nunca desestimo sus consejos acerca de qué leer, porque es sobresaliente el tino que tiene para sus lecturas.

De la misma manera, no es poco lo que ha escrito. Su producción es profusa, escribe poemas desde que era una niña (esto no lo vieron mis ojos, pero lo sé). Jessica contiene un tropel de palabras que se desbordan por su pluma. Es poseedora de una irrefrenable necesidad de decir, que le ha llevado a entintar cientos de páginas, miles quizá, por lo que este libro, "Lo que inventa la memoria" (Yaza y Pez en el árbol, 2022), nuevo habitante de la ciudad de las letras, parece algo tardío para los años que la autora lleva participando en el mundo de la poesía, y es tan solo una pequeña muestra de su producción.

Como no ocurre en otros géneros, el lector espera encontrar en los poemas un retrato de la intimidad de los autores, casi santo y seña de sus cosas. Hay poetas que lo asumen de esta manera y se transparentan, entendiendo que en esa intimidad está la sopa de la poesía. Una de ellas es Jessica, que apenas ficcionaliza sus relaciones con las personas que conforman su universo familiar: hijo, marido, hermanos y ambos padres, más la abuela Josefina —a quien se dedica el poemario—; sin embargo, también nos advierte que la memoria inventa.

La poesía de Jessica es un recorrido por su propia casa, en la que irrumpe la imaginación en sus formas erótica y tanática, animales y plantas devienen en criaturas fantásticas a partir de un rasgo inusual de su comportamiento, que no de su forma: hormigas que pasan del cuerpo de un amante al otro siguiendo las líneas de sus manos o árboles talados que continúan dando sombra; pero ni el árbol ni la hormiga han perdido aquello que los hace reconocibles.

El erotismo presente en "Lo que inventa la memoria", aparece contrastado con las consideraciones de un presente adulto, que lo hacen un poco triste, no por estar exento de goce, sino por la distancia respecto de la entrega irreflexiva, festiva e irracional.

Algo que siempre ha sido inquietante en el trabajo de Jessica es el uso de locuciones más o menos llanas que poco asociamos a la poesía. Lo anterior puede llevarnos a pensar que algunos poemas que parten de ideas tales como: “Vivo en los altos de un edificio pequeño y lleno de grietas por las que se filtra el agua”, no pueden llegar a más, pero cada verso de Jessica debe entenderse a partir de las relaciones que teje con los demás, ciertamente como un acorde en una pieza musical y muchas veces, ese verso es el preámbulo de una asombrosa revelación.

"Lo que inventa la memoria" fue posible gracias a Manuel Matus Manzo, Jorge Pech Casanova (Yaza Ediciones) y Nallely Guadalupe Tello Méndez (Colectivo Editorial Pez en el Árbol), que han cobijado a la autora con su buen oficio como editores y con el afecto incondicional de su amistad.

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FRASE

“Como no ocurre en otros géneros, el lector espera encontrar en los poemas un retrato de la intimidad de los autores, casi santo y seña de sus cosas”.

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