Por Rafael Alfonso
Como se indica en el título, hoy nos aproximaremos al estado que guarda la crítica literaria en nuestra entidad. Iniciaré, para no hacer el cuento largo, con el diagnóstico: la crítica literaria en Oaxaca no existe. El lector no encontrará en ningún medio espacios donde se ejerza la crítica literaria o editorial, aun cuando vivimos un aparente boom, o mini boom del libro oaxaqueño, y se presenta, al menos, un título nuevo cada mes. Ahora bien, si no existe la crítica literaria, esto se debe a varios factores que habremos de desglosar, en dos entregas, en este breve espacio.
Lo primero que hay que anotar, es que no existe un mercado del libro oaxaqueño que soporte la actividad crítica. Es un mercado “en ciernes”, por decirlo de manera benévola. Idealmente, la producción y comercialización de títulos debería procurar ingresos no solo a los editores, a los autores y a los libreros, sino también a los críticos y reseñistas. Tampoco existe, al parecer, ese lector que busca en el diario o en las páginas informativas en internet las novedades literarias de Oaxaca y consume contenidos críticos que le orienten en la decisión de adquirir (o no) el último título.
La vida emocional del críticoCriticar el arte en Oaxaca mueve demasiados afectos, y es bien sabido que no todos los creadores tienen la madurez para escuchar algo que no sea un halago. El pueblo es aún pequeño y lo último que una persona sensata e inteligente quiere, es echarse encima las malas vibras de algún escritor que, además de autor, haga las veces de editor, funcionario, contertulio, articulista o prospecto y se sienta, ya no “sujeto”, sino “víctima” de la crítica. Como ignoramos las vueltas que dará la vida y el fruto que pueden cosechar las palabras, algunas personas que podrían asumir esta tarea, la evitan. Así que no son pocos los títulos que se producen sin rigor literario, o con muy poco, por el puro gusto de escribir y publicar.
Quien se anime a ponerse en el lugar del crítico deberá tener entre sus principales cualidades el altruismo, puesto que, difícilmente en Oaxaca habrá un medio que contrate sus servicios para ejercer esta ingrata tarea, de manera que, si se ofrece a llevarla a cabo, lo hará sin esperar nada a cambio. Lo anterior es algo bastante común en México, donde las cosas bien hechas —se entiende, por definición, que la crítica debería estar bien hecha— muchas veces no tienen la retribución que sí alcanza lo hechizo. ¿Podrían las propias editoriales pagar por los servicios de la crítica especializada? Bueno, si los halagos no los pagan, pues ¿qué podemos esperar de observaciones puntuales hacia sus textos o publicaciones? Esta situación dificulta que los profesionales se encarguen de esta tarea.
Ahora bien, además de no cobrar, hay que invertir sin esperanza de retorno, ya que el crítico debería adquirir, siendo conservadores, un par de libros cada mes. En un estado ideal, las propias casas editoriales oaxaqueñas podrían facilitar sus novedades, pero eso está lejos de suceder, sobre todo si se corre el riesgo de que el ejercicio crítico no le sea favorable.
En la próxima entrega hablaremos de la pertinencia de la crítica literaria, de los sesgos y del perfil idóneo del crítico.
