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El lector furtivo: "El amor en los tiempos del cólera", la película

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Foto(s): Cortesía
Luis Ángel Márquez

Rafael Alfonso

 

En esta ocasión, un poco contraviniendo el ambiente festivo de hoy, comentaré la adaptación cinematográfica de una novela de Gabriel García Márquez que me dejó absolutamente insatisfecho. Doy cuenta de ello ahora que se amenaza con adaptar como serie "Cien años de soledad", con la lejana esperanza de que no ocurra lo mismo.

Hablando de la obra maestra del colombiano, una anécdota callejera nos dice que Anthony Quinn estuvo interesado en comprar los derechos de la misma, a lo que el autor siempre se negó, pero tratándose de él, le dijo que le aceptaba un millón de dólares para financiar revoluciones latinoamericanas; entonces, el extraordinario -y capitalista- actor méxico/norteamericano de ascendencia irlandesa, desistió de su intento.

Y no es que García Márquez fuera ajeno al séptimo arte, todo lo contrario, estudió cinematografía en Italia, y presidió la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. En México escribió los extraordinarios guiones de "En este pueblo no hay ladrones", "Tiempo de morir" y "El Gallo de oro"; los dos últimos, en sendas colaboraciones con las talentosas plumas de Carlos Fuentes y el mismísimo Juan Rulfo.

Si bien, hasta el momento, "Cien años de soledad" se ha librado de pasar por las pantallas; la que no corrió con tanta suerte fue "El amor en los tiempos del cólera", una novela de amores contrariados que a decir de García Márquez, son reflejo fiel del amor de sus padres.

Basada en la novela del mismo nombre, "El amor en los tiempos del cólera" (2007) fue dirigida por Mike Newell, con una producción a cargo de Scott Steindorff que, enamorado de la historia, persiguió al Premio Nobel colombiano durante años hasta que finalmente, por tres millones de dólares, obtuvo los derechos cinematográficos, a cambio de la promesa (incumplida) de no hacer la típica película hollywoodense.

Rechazado por Johnny Deep, Angelina Jolie y Natalie Portman, entre otros, Steindorf tomó la decisión de conformar un casting privilegiando las figuras “latinas” -a la manera en que Hollywood entiende el concepto-, lo que terminó jugando en contra de la cinta.

John Leguizamo, un actor de innegable talento, pero traga años irredento, no logra encarnar al orgulloso y altivo padre de Fermina Daza y mucho menos tomando en cuenta que no se parece mucho a la actriz que se supone es su hija, la bella y discreta Giovanna Mezzogiorno. Benjamin Bratt, más conocido en México por interpretar al joven policía del drama pandillero "Sangre contra sangre", está lejos de la imagen del privilegiado y sofisticado Dr. Juvenal Urbino. El colmo fue que no hubo forma de esconder la arrolladora personalidad del ahora oscareado Javier Bardem, para dar paso al melancólico, asustadizo y soñador Florentino Ariza.

Como punto final, la abanderada de toda esta selección latina no podría ser otra que Shakira, que flaco favor le hace a la película con sus gorgoritos rasposos e impostados, instalados en el pop más ramplón del que la colombiana es capaz.

Todo lo anterior crea una experiencia por lo menos decepcionante para quien ha leído y gusta de esta novela; pero como el viejo decía: “Si las cosas que valen la pena se hicieran fácilmente, cualquiera las haría”.

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