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Consultorio del Alma Cuenta Conmigo: Hermandad mixteca de lectores

Montañas
Foto(s): Cortesía
Alejandra López Martínez

Armando Vera Orduña

Cuando la maestra chamana encontraba algo interesante, detenía su caminar y les enseñaba a leer los sonidos de la naturaleza. Les decía: “escuchen el ruido del río; nos dice que recorre el mismo lugar, momento y espacio una sola vez, que tenemos que aprender a vivir ese momento”. Miró el cielo y les indicó: “recuéstense en el pasto, vean las nubes y díganme qué les dicen”.

Los jóvenes expresaban lo que percibían, cada uno las veía en forma diferente. Su maestra les mencionaba que las nubes nunca repetían su forma, que cambiaban a cada instante y eso les hablaba de la eternidad, del cambio y del principio de identidad. Les decía que "todo es igual a sí mismo y distinto de lo demás, pero que a pesar de ser así formamos parte de un todo, que es el universo y este a su vez es dios. Como es arriba es abajo, somos una chispa divina; por eso debemos respetar a todo y a todos, de no hacerlo, estaremos actuando contra nosotros mismos.

Aves mágicas

"Escuchen el alegre canto de los pájaros, observen en ello la felicidad por ser libres.  Los círculos de los zopilotes enseñan el principio y el fin, lean en ellos la limpieza del planeta, estas aves instruyen a limpiar el alma, para sacar de ella todas las impurezas y putrefacciones que se acumulan con los malos actos; palabras y pensamientos. La palabra y el pensamiento tiene un gran poder de energía que se dispersa por el universo, así que deberán de tener mucho cuidado con lo que se piensa y lo que se dice”, concluyó.

Los zopilotes los veían con curiosidad, torcían su roja cabeza pelona para enfocarse mejor en aquel círculo de jóvenes recostados. Al centro de ellos, como una estrella, resplandecía el hermoso huipil multicolor de la maestra chamana, quien con su dedo índice seguía el vuelo de los zopilotes, mientras con voz suave e hipnótica les declamaba a su manera un poema prehispánico. Hacía vivir a sus alumnos todas sus enseñanzas, se asemejaba a la diosa azteca Tlazoltéotl, devoradora de las inmundicias y los pecados.

Amo el canto del pájaro

de cuatrocientas voces,

el color del jade

y el aroma de las flores.

Pero aún le amo más a él:

mi hermano hombre.

Nezahualcóyotl

Las aves no los perdían de vista y tampoco podían imaginar que ellas, en ese momento, eran maestras de una filosofía muy profunda.

Enseñaban con su vuelo en círculos su significado esotérico, representaban la plenitud, lo que no tiene principio, fin, ni dirección. Lo que representa el mundo espiritual abarcando todo el espacio y el tiempo.

El maestro Eco

De esa manera continuaron toda la mañana con su caminata, hasta llegar al borde del acantilado. En ese lugar, gritaban y cantaban todos, se formaban ecos, la maestra chamana les decía que los leyeran porque era su voz interior.

Continuaba la filosofía sin proponérselo, les enseñaba los conocimientos que había adquirido en su reencarnación en Delfos, cuando escuchó los pensamientos de Aristóteles y Platón de boca de ellos, los traía grabados en su alma.

Regresaron al pueblo, felices y cantando, había sido una de las mejores clases de su vida. Por el camino recogían hermosas flores silvestres que al llegar al salón de clases le regalaron a su amada maestra.

Continuará el lunes…

Recuerda que escribir alimenta y apacigua el alma, acércate al INEIP A.C. Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del Instituto!

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