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Consultorio del alma. Cuenta conmigo: El hombre es fuego: entre el mito y la trampa de lo desconocido

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

 

Este viernes en La hora del deseo

La pulsión sexual es una fuerza poderosa que puede conducir a comportamientos irreflexivos. En general, los hombres se consideran más propensos que las mujeres a sufrir arrebatos libidinales, esencialmente porque a ellos, en su proceso de socialización, se les inculca la idea de que deben ser sexualmente agresivos y dominantes. Además, se les estimula a que tomen contacto temprano con una serie de factores que propician este tipo de arrebatos como el consumo de alcohol, drogas y la exposición a imágenes o videos sexualmente sugestivos.

Un caso para el olvido, aunque basado en la vida real

La historia comienza en medio de una fiesta popular donde la joven Lucrecia, reclama a Lautaro el no haberla besado, lo cual supone una exigencia de que el joven se ajuste a lo que ella considera el “deber ser” de su esencia masculina.

—Eres un estúpido.

—¿Por qué? —pregunta el joven.

—Porque cualquier hombre de los que están aquí me habría besado. Es más, mira— y sin decir “agua va”, se adentra en la multitud.

La joven, bella como es, asume que ningún hombre se perdería la oportunidad de besarla. Sin embargo, la realidad se le revela de manera diferente, y aquí es donde comienza esta intriga. Lucrecia hace el intento de atajar al primero que pasa para darle un beso, pero es rechazada. Esto sucede en tres ocasiones, después de las cuales se da por vencida reflejando la decepción en su rostro.

El hombre es fuego

La creencia de que el hombre responde sin chistar a los requerimientos libidinales de las mujeres, es un mito profundamente arraigado en la sociedad. Aunque la teoría psicoanalítica nos indica que los hombres tienen una relación más estrecha con el placer y que éste domina muchos aspectos de su vida, tampoco podemos generalizar que se trate de criaturas esclavizadas por sus instintos sexuales e incapaces de resistir a los deseos eróticos femeninos. Al asumir como cierto esta idea, la joven en nuestra historia no consideró que la inhibición de los hombres para aceptar su desafío atiende a varios factores, como encontrarse en un entorno público o el temor a lo desconocido. La joven, por atractiva que fuera, al ser una extraña, generaba reservas y representaba un riesgo potencial para aquellos a quienes ofertó sus besos. Siendo la precaución una característica intrínseca de la psique humana, arraigada en nosotros como un mecanismo de supervivencia.

Por otro lado, su conducta, en cuanto a lo que intenta lograr, es fascinante desde una perspectiva psicoanalítica. Su desafío inicial, más que un camino para alcanzar, en algún momento, la satisfacción sexual, era una estrategia para demostrar su punto y el reafirmar el poder de su atractivo físico. La ejecución de una acción presuntamente libidinal se entrelaza con la intención de darle “una lección” al joven que la rechazó inicialmente. Aquí vemos una dualidad intrigante: un acto que, en apariencia, está orientado a obtener placer sensual, es un medio para alcanzar un propósito no relacionado con éste. Tal comportamiento revela una capa donde las motivaciones para llevar a cabo un ejercicio erótico no siempre son las que parecen a primera vista.

¿Quieres saber más? Escúchanos este viernes a las 12:00 del día en La hora del deseo, por Radio UNIVAS. Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921.

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