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Consultorio del alma cuenta conmigo: Clasismo y las debilidades del Yo

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Foto(s): Cortesía
Alejandra López Martínez

Alejandro José Ortiz Sampablo / Primera de dos partes

En la vida cotidiana tenemos un sinnúmero de conductas, las cuales no tomamos conciencia de que llegan a formar parte importante de nuestro padecer individual, y en situaciones especificas alcanzan a fastidiar el mundo de los demás.

¿Clasismo?

Una de estas actitudes humanas está envuelta en lo que conocemos como “clasismo”, el cual se define como la actitud adoptada de forma individual o en grupo para discriminar a otro, en el supuesto de pertenecer a una clase social más alta quien lo aplica. Recoger este tipo de experiencias se vuelve habitual en un estado que se encuentra colocado entre los más pobres de la República Mexicana, acompañado por Chiapas y Guerrero, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

Difícilmente habrá una persona en este país que escape de vivir dicha experiencia, sea porque ha sido actor o espectador de ella. En mi caso particular, me ha tocado observar más el desprecio y la discriminación entre personas con la misma raza y situación económica, que de parte de aquellas que tienen mejor posición económica hacia las que menos tienen. Por otro lado, un fenómeno psíquico que acompaña y refuerza al clasismo, es el desprecio de las personas hacia la situación en la que viven. Es decir, las avergüenza su situación económica y social.

Anecdotario

De niño, y aún en mi juventud, se me dificultaba entender el fuerte desprecio que algunas personas manifestaban hacia otras. Fue hasta que conocí los mecanismos de la entidad psíquica llamada Yo, que obtuve claridad en ello. Como lo mencioné, he tenido el infortunio de observar cómo personas con las mismas condiciones económicas y raciales desprecian a otros en su misma condición. En la escuela primaria, secundaria e incluso en el bachillerato, este fue el motivo de varias peleas, pues nunca faltaba quien quería aplicar su poder discriminatorio contra los compañeros. En mi temprana juventud trabajé en la barra de bebidas de un conocido restaurante, donde escuchaba a los meseros referirse a algunos clientes como “piojosos” por la ropa con que vestían, la cual, en muchos casos, no era distinta a la que usábamos en nuestra vida cotidiana. Pero había un ingrediente más. Para estos meseros, los piojosos eran aquellos con rasgos indígenas que entraban al restaurante para ser atendidos, pues había extranjeros o oaxaqueños con rasgos europeos que entraban con el mismo tipo de ropa y no eran tratados de esa manera. Deduje que tal actitud era porque suponían que aquellos clientes no les dejarían buena propina, pero en muchas ocasiones ellos mismos corroboraban que sí lo hacían y, aun con eso, no era suficiente para que cambiaran su actitud.

Uno entre muchos

Estos y otros recuerdos se avivaron hace un par de días, cuando al salir de una tienda -de aquellas que de unos años a la fecha proliferaron, a las cuales se les llama de formato pequeño- mi novia me comentó que el dependiente había tratado de forma despectiva a un trabajador de la construcción que entró a comprar. La anécdota es la siguiente: el cliente (que era un joven) entró de forma apresurada y posiblemente por su descuido no llevaba cubrebocas. El empleado se lo hizo ver con tono grosero y el trato fue déspota. Atrás del joven se encontraba un grupo de señoritas bien vestidas y de modales refinados que llevaban sus cubrebocas mal puestos, pero el empleado en ningún momento les hizo observación alguna y su trato hacia ellas fue excesivamente gentil.

Continuará el miércoles…

¿Quieres saber más? Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

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